La Unesco y el museo David J. Guzmán lanzan libro arqueológico de 10 barcos hundidos en El Salvador

Los barcos hundidos pertenecen al patrimonio marítimo de El Salvador

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Cortesía

Por Rosemarie Mixco

05 February 2018

Con el apoyo de la Unesco, el Museo David J. Guzmán lanza un libro con el registro arqueológico de barcos hundidos que pertenecen al patrimonio marítimo de El Salvador, restos de navíos que están expuestos al saqueo y la destrucción.

¿Barcos hundidos en El Salvador? Sí, y son varios. El término correcto para referirse a estas embarcaciones sumergidas es “pecio”, y en la costa salvadoreña se han logrado identificar y documentar al menos diez de estos.

Para los especialistas, existen más navíos esperando ser descubiertos. Es por ello que desde el año 2005, en el país se comenzó a trabajar en la investigación arqueológica subacuática, con miras a proteger todo ese patrimonio marítimo vulnerable a la destrucción causada por el paso del tiempo y los seres humanos.

El arqueólogo salvadoreño Roberto Gallardo fue uno de los investigadores que se enamoraron de este proyecto, y tras especializarse en la arqueología subacuática dedicó tiempo y pasión a la documentación de cada tesoro.

Este lunes, a las 7:00 de la noche, este especialista lanzará el libro “Patrimonio Cultural Marítimo de El Salvador. Registro de Pecios”, en el foyer del Museo Nacional de Antropología David J. Guzmán (Muna).

El documento, financiado por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco), con apoyo de la Secretaría de Cultura de la presidencia de El Salvador y la Academia Salvadoreña de la Historia, ofrece información detallada de 10 naufragios que hasta hoy están debidamente identificados, en las costas salvadoreñas.

De estos diez pecios, nueve navegaron el Pacífico centroamericano en la segunda mitad del siglo XIX, y de estos, siete eran barcos de vapor. En esta página, puede apreciarse la imagen del primer vapor en llegar a costas de El Salvador, en octubre de 1849, el HSM Gorgon, nave de guerra inglés que ilustra la portada del libro de Gallardo.

El Gorgon ancló en el Golfo de Fonseca con la misión de bloquear la zona. Los tripulantes se tomaron la isla hondureña El Tigre (hoy Amapala), porque los ingleses creían que en ese lugar desembocaría un canal interoceánico, desde tierras nicaragüenses. Querían dominarlo.

Poco tiempo después, los europeos levantaron el bloqueo y zarparon. “No volvería a verse un vapor en la costa salvadoreña hasta 1854”.

El libro ofrece este y muchos otros datos históricos relacionados con la actividad marítima que se registró en la región -en la época de la revolución industrial- y el perfil de los diez pecios documentados: SS Columbus, Brucklay Castle, SS Honduras, SS Douglas, SS Colón, Kirkdale, SS San Blas, Cheribon, PSJ-1 y el Anden. Este último es el naufragio más reciente, ocurrido el 19 de septiembre de 1982.

Asimismo, este es el único barco de diesel que figura en el registro de Gallardo. Llegó al país con bandera peruana y estuvo anclado 14 días en el puerto de Acajutla, antes de sucumbir a la fuerza de la tempestad, provocada por la misma tormenta tropical que causó el deslave en la zona de Montebello, el mismo domingo de 1982.

La lluvia arrastró el Anden hasta la Barra de Santiago, en Ahuachapán, con 26 tripulantes a bordo. En total, 13 personas murieron, pero solo cinco cuerpos fueron recuperados.

Cada uno de estos sitios de valor arqueológico ofrece a los investigadores un cumulo de información valiosa para conocer el pasado de la humanidad.

Pero para poder continuar con los estudios y registro del tesoro marítimo salvadoreño, es necesario adquirir un marco legal internacional que refuerce las normativas propatrimonio cultural existentes en el país.

Es por eso que el lanzamiento de este libro se realiza en el marco del “Taller nacional sobre la protección del patrimonio cultural subacuático de El Salvador”, organizado por la Unesco, este 6 de febrero, en el Muna.

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Con ello, la organización de las Naciones Unidas desea lograr que el gobierno salvadoreño ratifique la Convención de 2001 sobre la Protección del Patrimonio Cultural Subacuático, según indicó Roberto Gallardo.

Este marco legal, se sumaría a la Ley Especial de Protección al Patrimonio Cultural y su reglamento de El Salvador, normativa que ya protege estos sitios subacuáticos que han sido estudiados por Gallardo y todo un equipo multidiciplinario.

El especialista explica que como investigadores no solo ubican, registran y exploran cada sitio de valor patrimonial, también es parte de su labor concientizar a los ciudadanos sobre la importancia de apoderarse de estos sitios, protegerlos y conservarlos.

Dos de los grandes enemigos de los pecios a nivel mundial son los cazadores de tesoros y el turismo no controlado. El Salvador no es la excepción.

Registros como el que se lanzará esta noche en el Muna, permiten tener un mayor control del patrimonio marítimo y difundir entre los ciudadanos toda esta riqueza arqueológica.

“...estos materiales de difusión son una nueva herramienta de concientización y educación tanto de las poblaciones aledañas a los sitios como del público nacional e internacional”, escribe Pilar Álvarez Laso, directora y representante de la Unesco en Centroamérica, en una de las dos presentaciones del libro.

La otra fue redactada por el prestigioso arqueólogo estadounidense James P. Delgado, quien elaboró el mapa más completo del Titanic y apoyó a Gallardo con fotografías y datos históricos de los pecios en El Salvador.

De los hundimientos investigados en el Pacífico salvadoreño, los ubicados en la zona de Los Cóbanos son los más conocidos. Gracias a la labor desarrollada entre los pescadores y comerciantes del lugar, se ha logrado que la comunidad haga suyo el proyecto de protección. Los residentes entienden, ahora, que la actividad turística es beneficiosa para su economía y los pecios son parte de ese atractivo turístico, junto con el área protegida de los arrecifes.

Sin embargo, hay mucho por hacer para frenar el saqueo de este patrimonio marítimo. En el Muna, esperan que los diputados y funcionarios ligados a la cultura logren que El Salvador ratifique la Convención de 2001.