Decenas de familias sufren por los cotidianos asesinatos

Los figurones del régimen, que se centran en las cifras y las medidas que publicitan, medidas sin efectos reales, jamás muestran compasión alguna por las víctimas ni por las familias afectadas

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16 enero 2014

Decenas de familias sufren, cada día del año, el horror de perder a uno o más de sus seres queridos, personas a las que matan por matar, matan sin que sus víctimas hayan resistido un asalto, matan porque no les pagan "la renta". A muchos los matan después de robarles, a otros los matan para robarles, a otros porque salían de un templo, a muchos por el hecho de "haber estado en el lugar por donde pasó el asesino" o para no dejar testigos.

Desde hace casi cinco años, el actual régimen tiene el control del aparato de seguridad, de los servicios de inteligencia, de transporte y mucho de las comunicaciones, de varias alcaldías en las áreas ensangrentadas; controla, a través de sus funcionarios, el más incapaz gabinete de gobierno que ha tenido el país, lo que se hace en entidades e instituciones; controla, por intermedio de los jueces rojos, la aplicación de la ley en innumerables casos.

Y lo que es de importancia decisiva, tiene el control de la Legislatura, el suficiente control como para decretar o suprimir leyes, confeccionar reglamentos, definir lo que se hace en muchas instituciones.

Al tener esa enorme medida de control, cae sobre sus hombros la plena responsabilidad de lo que está sucediendo, a lo que se agrega otra realidad: que fue el partido ahora en el poder el que inició en El Salvador el curso de la violencia, desde los secuestros y asesinatos de víctimas inocentes, hasta el cobro de contribuciones forzadas.

La estructura de las maras, la existencia de clicas, los seudónimos, las depredaciones territoriales, todas llevan el mismo sello de origen.

Las políticas fallidas, como la tregua, tuvieron el beneplácito del régimen, el que además. ordenó los traslados de reos y los tratos especiales. Y todo eso está fallando y, al fallar, abona al derramamiento de sangre.

No extraña que en sus giras de campaña los dos candidatos rojos ofrezcan "mejorar la seguridad", lo que es una ironía por decirlo quienes lo dicen, personajes que en una época hicieron lo mismo contra personas inocentes como fueron el doctor Herrera Rebollo y los doctores García Alvarado y Rodríguez Porth, además de los propios como Roque Dalton y Mélida Anaya Montes.

Nunca muestran compasión por las víctimas de la carnicería

Ante el ofrecimiento de "mejorar la seguridad" muchos se preguntan por qué esperar si su partido y el régimen del que forman parte tienen en sus manos los mecanismos para legislar lo que sea necesario, para detener el baño de sangre.

Cada asesinato es una tragedia que no termina allí, sino que es el inicio de un calvario de recuerdos, de penurias, de sufrimientos que machacan el alma de padres, hermanos, amigos, vecinos, vecindarios.

Los figurones del régimen, que se centran en las cifras y las medidas que publicitan, medidas sin efectos reales, jamás muestran compasión alguna por las víctimas ni por las familias afectadas. O lo dejan para después, cuando tampoco tendrán compasión por los salvadoreños como no la tuvieron en el pasado.

De allí la sospecha de muchos, de que tanta incapacidad para enfrentar, mitigar y finalmente acabar con el horror que se sufre, es parte de pactos o acuerdos que no salen a luz.

Desde que la Universidad Nacional cayó en poder del comunismo y se formaron los primeros grupos terroristas bajo la égida y bendición de los Castro, El Salvador es martirizado, desmoralizado, devastado, ensangrentado y pisoteado sin tregua.