Impresionada quedé cuando en 1994 me di cuenta de que los residentes médicos de los hospitales de la Escuela de Medicina de la Universidad de Miami en Florida, donde yo llegaba a especializarme, realizaban turnos de solamente 12 horas de duración cada seis días, pues a mis colegas y a mi persona nos había tocado hacer turnos de 34 horas continuas, cada tres días durante el año del Internado y luego cada cuatro días durante el residentado. Aunque cuando nos castigaban, el máximo placer del castigador era imponer el “samingo”, es decir, empezar el turno a las 7:00 de la mañana el viernes y salir sin dormir una gota hasta el lunes a las 4:00 de la tarde, lo que sumaba un total de 81 horas de no dormir y trabajar sin parar.
Han pasado 24 años y los residentes siguen “turneando” en las mismas condiciones. Desde los años 90 la sociedad salvadoreña ha ido transitando en la vía del aprendizaje a vivir en democracia y el reconocimiento de la existencia de los derechos humanos, desembocando esto en la creación de cuerpos normativos laborales adecuados a dichas ideas; sin embargo, para los estudiantes de Medicina y los residentes de Medicina y Odontología, estos últimos también estudiantes, no ha habido nada.
“Es que la Medicina es un apostolado, si no se sufre, no se tiene vocación”, “Así han sido siempre las cosas y así deben seguir siendo”, “quien ha nacido para galeno, no le tiene que importar como le toca”, “A todos nos han tratado así, así que a estos les debe tocar igual o peor”, “Hoy me toca a mí desquitarme”: son expresiones que se escuchan en boca de médicos que ya hace mucho salieron de las aulas de la salud y que dejaron sus mentes ahí, en las aulas de entonces, sin darse la oportunidad de buscar nuevos horizontes del saber y descubrir nuevos conceptos e ideas encaminadas a que el humano logre una existencia pacífica y satisfactoria; sin conocer en realidad y sentir empatía por la persona humana, a pesar de que estuvieron en dichas aulas para eso, para conocerla y para aprender a crear condiciones que le permitan a las personas humanas alcanzar el bienestar físico, el mental y el social.
Los residentes médicos y odontólogos que laboran en los hospitales públicos de El Salvador son trabajadores no reconocidos como tales, pues las normas que regulan su trabajo no respetan la Constitución y las leyes secundarias que ordenan que los trabajadores no pueden trabajar más de ocho horas/día y 44 a la semana, permitiendo que a los residentes se les impongan horarios de trabajo excesivos, lo cual genera cuatro efectos: el primero, los efectos jurídicos en cuanto a la transgresión de normas y principios constitucionales, leyes secundarias y jurisprudencia relativas al derecho al trabajo; el segundo, la puesta en peligro de la salud mental y física que dichas disposiciones crean para las personas de los residentes; el tercero, tales disposiciones implican una desviación del objeto principal de la residencia, el cual es la capacitación, lo que no se está logrando, pues los residentes en realidad son “sacadores de trabajo”, trabajo excesivo que los agota física y mentalmente de tal manera que no permite el aprendizaje; y el cuarto y, sin duda el más importante, vulnera el derecho a la salud que tienen los pacientes de los hospitales que son atendidos por dichos residentes, pues están siendo atendidos y tratados por personas que están agotadas física y mentalmente, poniendo en peligro la salud y la vida de dichos pacientes.
Actualmente hay un proyecto de ley en la Asamblea Legislativa para resolver esta situación. De nuestros legisladores depende que se dé un gran paso dentro del desarrollo del Derecho Sanitario en El Salvador, lo cual será esperanza, para la población salvadoreña, de que el futuro es promisorio en cuanto a contar con servicios de salud pública de calidad, algún día.
* Médico, Nutrióloga y Jurista