¿Qué sería de Flipper? ¿Imaginan a Tarzán sin Chita?

¿Cuál es el origen de esta última ocurrencia del régimen y de los diputados, ya que no existe una ley así en ningún país civilizado?

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13 agosto 2013

Uno de los personajes del cine más conocidos por los niños es Flipper, el delfín amaestrado que efectúa innumerables acrobacias, ayuda a rescatar marinos naufragados, contribuye a investigaciones marinas y se exhibe, uno de los muchos Flippers que existen, en el Seacuarium de Miami como en el parque de niños y adultos en Valencia, España.

Pero Flipper es uno de una larga lista de animales que en un momento u otro, fueron estrellas de cine, de circo o de espectáculos. Y citaremos algunos de los más famosos:

Chita, la mona chimpancé que era la fiel acompañante de Tarzán de la Selva;

Flikca, un potro en películas de nuestra infancia;

Rin Tin Tin, el perro policía que fue un héroe en películas de aventuras en los años treinta;

Lassie, otro perro del cine, con pelaje de dos colores, que deleitaba a niños y adultos en los años cincuenta;

El tigre del Libro de la Selva, de Kipling;

La loba que amamantó a Rómulo y Remo en las leyendas romanas y que persevera al día de hoy en una loba enjaulada cerca del Monte Capitolino de Roma.

Ninguno de éstos habría existido si en el mundo se decretaran leyes/ocurrencia como la aprobada por la Asamblea Legislativa, que prohibe el uso de animales en espectáculos, la más reciente de las grandes pensadas del régimen.

Como anotamos ayer en estas páginas, adiestrar animales, sea para que sirvan como guardianes, que busquen droga en aeropuertos o se presenten en espectáculos de toda naturaleza, es usual, pues inclusive ayuda a comprender mejor a muchas especies y sirve para desarrollar métodos usados también para educar seres humanos y especialmente niños.

A Dios gracias, a nadie se le antojó una ley así hace treinta mil años…

Ayer citamos el caso del Cirque du Soleil, que se presenta en muchas ciudades tanto estadounidenses como europeas y del Asia, donde tienen un papel de importancia animales amaestrados, incluyendo tigres a los que hacen saltar a través de aros de fuego.

Mencionaremos en este punto uno de los espectáculos más hermosos y elegantes que pueden verse y que continúan una tradición de la realeza española y austríaca vieja en cuatrocientos años: la Escuela Española de Equitación de Viena, Austria, en la que corceles amaestrados exhiben saltos, destrezas de grupo, movimientos de baile en un recinto barroco cerrado, donde los jinetes van ataviados a la mejor usanza del Siglo XVIII.

Como trasfondo del espectáculo, uno de los mayores atractivos de Viena, se tocan composiciones de Mozart, Haydn, Strauss y Beethoven, ritmos que, en parte, encajan con los movimientos de los corceles.

Lo que nos lleva a la interrogante que nos hicimos ayer: ¿cuál es el origen de esta última ocurrencia del régimen y de los diputados, ya que no existe una ley así en ningún país civilizado?

De no existir una tradición de enseñar animales --y de allí los animales domésticos, domesticados-- el hombre como especie habría quedado sólo en la naturaleza. Pero comenzó por domesticar animales y adiestrarlos para que vigilaran, domar potros para usarlos como transporte, transformar una especie pequeña de pantera en los gatos caseros. Y la lista continúa, incluyendo a los halcones que se usaban en la Edad Media para cazar aves y liebres que terminaban en la mesa de labriegos y señores.

Menos mal que la ley de marras no se decretó hace treinta mil años…