Quieren poner al zorro a cuidar a las gallinas

La misma existencia del SIDH se debe a casos como el de Ecuador y Nicaragua, donde la gente se expone a ser perseguida, encarcelada o muerta al oponerse a políticas o actos de sus respectivos regímenes

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25 julio 2013

El dictadorzuelo de Ecuador, Rafael Correa, declaró que se debe reformar el Sistema Interamericano de Derechos Humanos (SIDH), ya que "al no abordarse en su seno cuestiones como el bloqueo internacional contra Cuba y los reclamos de Argentina sobre las Falklands (o Malvinas)… todo el resto es hipocresía y pierde sentido".

Las declaraciones las hizo en ocasión de una visita de Evo, el boliviano, al mismo tiempo que propuso cambiar la sede del organismo a algún país del Cono Sur, pues el hecho de que la Comisión esté asentada en Washington le parece "un absurdo".

Pero literalmente lo que pide Correa equivaldría a amarrar al chucho con longanizas, a poner al zorro a cuidar gallinas o a encargar al violador de Merliot a velar por las niñas de un internado.

Es bien sabido que el SIDH adolece de muchos problemas, pero el más grave de todos es sobreponer a la letra y al espíritu de su cometido, consideraciones y objetivos políticos, como son las causas que defiende el ecuatoriano.

El SIDH se fundamenta en la jurisprudencia vigente en las grandes democracias, en el espíritu que llevó a la promulgación de la Carta de los Derechos del Hombre y del Ciudadano de la Revolución Francesa, y a la declaración de la Carta de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

Como toda obra humana nada es perfecto, pero lo esencial de las protecciones y procedimientos que rigen al SIDH es el de tutelar libertades y derechos básicos de la persona, y de la democracia como sistema político.

Correa se ha caracterizado por ser un violador de esas libertades y derechos, no sólo al perseguir a sus opositores con medidas de fuerza e imponer una mordaza sobre los órganos de información de Ecuador, sino también al consolidar su dictadura echando mano de los recursos estatales en su beneficio.

Este es, asimismo, el caso de Evo, de Ortega en Nicaragua y de la Kirchner en Argentina, naciones que, además, están plagadas por la corrupción.

No se deben admitir en América

"justicias" de cafres

La misma existencia del SIDH se debe, precisamente, a casos como el de Ecuador y Nicaragua, donde el común de la gente se expone a ser perseguida, encarcelada o muerta al oponerse a políticas o actos de sus respectivos regímenes.

Y es el caso de Cuba, el del escándalo, pues en lugar de demostrar la inoperancia del SIDH por no plantear "el bloqueo", lo comprueba al no ir en socorro de los cubanos, sometidos a una servidumbre desde hace más de medio siglo. Y es Cuba el motor que mueve las conspiraciones contra la libertad en todo el Hemisferio.

Por ahora son pocos los que sudan las calenturas de Correa y de Evo, dos personajes que, en el pasado, han sido señalados por supuestamente favorecer a los cárteles de la droga, estupefaciente que se obtiene de la planta que, para Evo, "es sagrada".

Pero ninguna persona de bien en América debe admitir que, en nombre del "perfeccionamiento" de una institución hemisférica esencial, se establezcan y perpetúen "nuevas justicias", las justicias de cafres, que justifiquen y alienten la persecución de los que piensan, opinan y actúan de manera distinta al régimen de fuerza que impera en su país o en cualquier otra satrapía cubana.

Legitimar la monstruosa propuesta equivale a venderse como esclavo, renunciar a tener alma.