Cortar el árbol de la alegría es parte de la tragedia nacional

El problema básico de la tierra y su mal cuido es que al no haber propietarios que dependan de ella como un bien permanente, no se invertirá en labores de protección

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29 julio 2013

Alecus publicó una caricatura en la que el columpio de una niña pende de un árbol que es derribado, dramatizando la deforestación y depredación del medio ambiente que sigue sin control.

Pero nada sucede sin una causa, en este caso cambios en el clima, los efectos de la reforma agraria, que destruyó mucho de la agricultura, el uso de leña como combustible y la falta de imaginación y de programas para proteger y mejorar lo que se tiene.

Revisa, estimado lector, lo que se hace en nuestro país para detener la deforestación y encontrarás que no se pasa de simbólicas siembras de arbolitos, muy publicitadas.

Pero nadie cuida de esos arbolitos, a lo que se agrega que la Madre Naturaleza siembra muchísimos más, cada invierno, que todos los programas habidos y por haber, pero la plantitas quedan desprotegidas.

Se decía que la deforestación del oriente de la República fue causada por la tala de árboles que se usaron como durmientes de las líneas ferroviarias, pero las mismas condiciones que hicieron nacer los árboles cortados habrían reemplazado la mayoría, lo que no sucedió. Lo probable es que las tierras se usaron para sembrar y por tanto no reverdecieron como antes.

La otra causa, muy grave, es el uso de leña como combustible, lo que tiene un remedio contundente: prohibir la operación de ladrilleras artesanales que usen leña y que pueden fabricar ladrillos con cemento, o usando quemadores de gas.

No puede ser que el país pierda los pocos bosques que quedan por sostener una actividad artesanal que además contamina el ambiente y que, desde cualquier punto de vista, es innecesaria.

Según se afirma, más del setenta por ciento de los árboles que se cortan van a parar a los hornos de ladrilleras.

Buenas ideas y voluntad harán reverdecer la campiña

El problema básico de la tierra y su mal cuido es que al no haber propietarios que dependan de ella como un bien permanente, no se invertirá en labores de protección. Antes de la Reforma Agraria de los Ochenta, y de los repartos de parcelas a "excombatientes", los agricultores protegían el bosque como parte de la producción general, de igual manera que un industrial se ocupa del buen estado de sus instalaciones.

Pero la malhadada reforma cambió eso al sustituir a los agricultores profesionales y de tradición, con peones y campesinos acostumbrados a sacar cosechas de maíz, como más tarde con los "excombatientes" que llegaban, cortaban hasta la raíz lo que había, lo vendían y se largaban, pues no se forman agricultores regalando parcelas.

El programa es la nefasta herencia del primer régimen de izquierda que tuvo El Salvador.

La prueba más contundente es el abandono en que están los que fueron grandes centros de producción, en manos de cooperativas formadas a dedo que están en bancarrota pero que no pueden vender lo que tienen porque eso iría en contra de las supersticiones marxistas.

Con frecuencia decimos en estas páginas que mucho del medio ambiente se puede recuperar construyendo embalses en los cauces de los ríos, lo que además de dotar a las comunidades de reservorios de agua, abastecerían los mantos subterráneos, propiciando la fertilidad de los terrenos.

La idea es que esos cauces pedregosos se conviertan en una cadena de lagunetas, pozas, ojos de agua, viveros de peces.