Napoleón Cornejo*
En las escuelas secundarias se aprende una ecuación muy sencilla, fundamental en la naturaleza y matemáticamente relevante por la constante que la acompaña, representada por la letra griega Pi (?): C = ?d.
Tome cualquier círculo y mida su circunferencia ( C ), es decir, su perímetro. Luego mida su diámetro (D), o la longitud de la línea ecuatorial que lo divide en dos partes iguales. Luego divida la primera por la segunda, o C/D.
Si usted ha hecho un buen trabajo, la respuesta debería ser aproximadamente 3. Si lo ha hecho con cuidado, puede haber obtenido 3.1. Si lo ha hecho más despacio y de forma más meticulosa, probablemente obtuvo 3.14. Todas esas son buenas aproximaciones, pero la respuesta correcta es imposible de obtener. La razón entre la circunferencia y el diámetro de cualquier círculo es en realidad un número irracional, que nunca termina y no se puede expresar con ninguna fracción de números enteros.
Este curioso número era ya conocido hace 4,000 años por los babilonios, que ya lo aproximaban a 3.125. En el Egipto de 1680 a.c., el Papiro de Rhind lo aproxima a 3.1605. Arquímedes de Siracusa, en Grecia, lo refinó aún más a 3+1/7 y los chinos, con métodos que aún no conocemos, lo aproximaron a 355/113. Hoy en día la aproximación más grande es la de Peter Trueb, calculándolo hasta más de 22 trillones de decimales, utilizando 72 procesadores durante 105 días. Y aún así, esta también es tan solo una aproximación.
La importancia de Pi va más allá de la matemática pura; aparece en múltiples fenómenos de la naturaleza. Por ejemplo, la ecuación para la fuerza eléctrica entre dos cargas, o la ley de Coulomb, se expresa utilizando esta misteriosa constante. En otra rama completamente distinta, la fórmula para describir las curvas y desviaciones en los ríos, también lleva la constante Pi en su expresión. También aparece al describir la figura helicoidal del ADN en nuestras células, la constante cosmológica del universo o las funciones con las que se decodifican las señales de radio en un teléfono celular.
La ubicuidad de Pi parece sugerir que es una característica inherente del cosmos. Su aparición en tantos fenómenos fundamentales de la física plantea la siguiente cuestión filosófica: si los decimales de Pi son infinitos y su precisión completa inalcanzable, esto significa que ni siquiera una computadora del tamaño de todo el universo puede contener su valor real. ¿Cómo entonces la naturaleza calcula y produce los fenómenos que dependen de su valor? ¿Adónde tiene tanto espacio en el universo para almacenar el valor exacto de este número?
Más increíble aún es considerar lo siguiente: si la secuencia de dígitos en Pi es infinita, puede encontrarse cualquier secuencia de información en ella. Tal como las computadoras almacenan toda la información en forma de números, Pi contiene las secuencias para cualquier fotografía, cualquier película, desde las de Charles Chaplin hasta Star Wars, todos los libros escritos, poemas, música y discursos, en todas las voces imaginables, y absolutamente todo, todo lo que pueda ser codificado puede encontrarse en la infinidad de Pi. En esencia, el universo contenido en un número.
*Ingeniero Aeroespacial salvadoreño, radicado en Holanda.