"Tus armas son los libros, tu victoria es la civilización…"

Los niños y los jóvenes en todas partes, pero más en países que como el nuestro, han caído en la calamidad, quieren estudiar y quieren aprender

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10 marzo 2013

"Piensa, hijo mío, lo míseros y poco valiosos que serían tus días si no fueras a la escuela… En nuestro tiempo todos estudian... Piensa en los obreros que van a la escuela después de sus jornadas de trabajo, en las mujeres y las jóvenes que luego de trabajar fatigosamente durante la semana van a aprender los domingos, en los soldados que llevan en sus manos libros y cuadernos al volver de sus entrenamientos, para aprender a leer y a escribir, como en estos momentos, en tu ciudad, treinta mil niños van a encerrarse cada mañana en aulas para estudiar…", dice Edmundo de Amicis en "Corazón", uno de los libros clásicos de la literatura italiana.

"Piensa además en los niños que, en todas partes del mundo, van a estudiar cada mañana", prosigue de Amicis, "y caminan en calles de poblados, por las vías bulliciosas de las grandes ciudades, a lo largo de playas y mares, en veredas de montañas, bajo un sol ardiente, a caballo en los llanos, en parejas, solos, en grupo, todos con un libro bajo el brazo, vestidos en mil maneras distintas… millones y millones se mueven al unísono con el mismo propósito tuyo: la humanidad caería de nuevo en la barbarie de no ser por este movimiento por el progreso, por la esperanza, por la gloria del mundo…

"Coraje, pequeño soldado de un ejército inmenso; tus libros son tus armas, tu clase es tu batallón, el campo de batalla es la tierra entera y la victoria es la civilización… no seas un soldado temeroso hijo mío…"

Los niños y los jóvenes en todas partes, pero más en países que como el nuestro, han caído en la calamidad, quieren estudiar y quieren aprender. Y por aprender es que se sobreponen a muchas dificultades y a mucha necesidad. Hay quienes caminan uno o dos kilómetros por veredas para ir a la escuela, otros que cruzan por barriadas peligrosas, todos enfrentando lluvias, sol, fatiga, para asistir a sus escuelas.

Una joven mujer nos contaba que, cuando era niña, un par de veces recibió el premio como la más dedicada, estando descalza, pues descalza iba a su escuela cuando el país fue devastado por la guerra.

Cuando por la noche San Salvador se llenaba de estudiantes

Antes de esos años de destrucción y muerte, las calles de nuestras ciudades, especialmente las de San Salvador, se animaban por la noche con el ir y venir de jóvenes que asistían a escuelas y academias nocturnas, o a las universidades.

Las paradas de autobuses se abarrotaban; el ambiente era alegre, optimista; nadie quería quedarse rezagado y, por tanto, hacían los esfuerzos y sacrificios que fueran necesarios para estudiar.

El desarrollo económico de un país se basa en la educación, pero asimismo, en leyes y seguridad que ofrezcan oportunidades a los jóvenes educados. Una población como la cubana puede tener las herramientas mentales para trabajar con eficiencia, pero si no existen los incentivos para invertir y generar empleo, todo ese esfuerzo se desperdicia y se pierde.

En la época de Amicis, Italia era un país pobre sin mucho empleo para los jóvenes, pero había grandes oportunidades para ellos en tierras como Argentina, Estados Unidos y Canadá.

Gran número de los esforzados italianos que se describen en Corazón emigró e hizo carrera y fortuna en sus nuevas patrias.