2018: el año de la anti-antipolítica

El mejor remedio para la antipolítica es la buena política, aquella que no se vale de sí misma para satisfacer sus mezquinos intereses, sino que busca el bien común.

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Por Mirna Navarrete

30 December 2017

Sé, estimado lector, que en estos días lo menos que queremos es escuchar de política y del montón de contrariedades que tenemos como nación, ya que son tiempos de fiesta, de descanso, para pasarla en familia y gozarse lo lindo de la vida. Pero, por ser también tiempos en los que se habla de esperanza, nos recuerdan que, pese a los problemas, podemos sobrellevar las adversidades y salir adelante.

No podemos hacer la vista gorda ante lo que se viene: las elecciones municipales y legislativas. Sabemos su importancia y hemos repetido incesantemente todo lo que está en juego. Si sumamos a eso que son la antesala de una elección presidencial que nos da la oportunidad de corregir el rumbo de un país sin rumbo, dirigido por ineptos (no es un insulto; la RAE lo define como alguien “no apto ni a propósito para algo” y esta es la realidad que vemos por la carencia de resultados del Gobierno), toman mayor relevancia.

La campaña electoral está por comenzar y ya nos sentimos cansados, como si hubiésemos recorrido un largo camino. Se comprende perfectamente porque escuchamos tantos discursos vacíos o vemos a los mismos de siempre queriendo retener una alcaldía o una curul. Además, hay un profundo sentido de disgusto hacia la clase política, probablemente motivado por la falta de medidas efectivas para frenar la violencia, por la mala situación económica, por los numerosos casos de corrupción que salen a luz o por tener diputados que se ponen de acuerdo para recetarse jugosos bonos navideños -una cuestión que considero profundamente injusta en un país cada vez más pobre, con hospitales desabastecidos y escuelas públicas desmoronándose- y que son incapaces de lograr acuerdos de país.

No está de más advertir que la solución a nuestros males no la encontraremos nunca en estar hartos de los políticos o en absteniéndonos de ir a votar. Por el contrario, esto únicamente favorecería a los políticos “de baja calidad”, que son sostenidos por los fanáticos que poco o nada exigen de sus representantes.

Mucho menos la hallaremos dándole el voto a los paladines de la antipolítica, que en realidad solo saben criticar destructivamente y capitalizan el sentido de impotencia en la gente. Sus propuestas suenan atractivas y hacen creer que “pueden dar su merecido” a los malos políticos que tanto daño nos han hecho.

El liderazgo antipolítico, sin embargo, es emocional. “En términos pragmáticos y neuropsiquiátricos, se apela a lo más visceral de nuestra naturaleza, a estructuras cerebrales primarias como el sistema límbico, que se maneja de forma dicotómica, produciendo simpatía o rechazo en los demás. Esa visión del liderazgo conduce a la mitificación de la figura, quien se convierte en un héroe salvador de la sociedad”, explica el venezolano Alirio Pérez Lo Presti, médico psiquiatra. Las experiencias de otros países nos muestran cómo estos pseudomesías únicamente empeoran las cosas.

El mejor remedio para la antipolítica es la buena política, aquella que no se vale de sí misma para satisfacer sus mezquinos intereses, sino que busca el bien común. Sí, es posible, soy optimista. Los ciudadanos debemos hacer nuestra parte. Conozcamos las propuestas (que, espero, pronto nos hagan conocer), pensemos bien por quiénes votaremos - ¡elijamos por rostro! - y luego demos seguimiento a lo que nos han prometido y a los resultados.

La democracia es más que el voto y precisamente eso hace que no sea fácil vivir en una democracia. “La democracia está fatigada y envejecida de ilusión.

No se trata de una cuestión generacional sino de vitalidad sentimental de las propias convicciones”, escribía el político José María Lassalle al tratar sobre la antipolítica en España. Descansemos, recuperemos energía y no bajemos la guardia para dar un nuevo impulso a la lucha por un mejor país a través de la democracia.

Que este 2018 sea el año de la anti-antipolítica y convirtámonos nosotros, los ciudadanos, en los verdaderos protagonistas.

*Periodista.

Máster en Comunicación Corporativa.

jgarciaoriani@gmail.com