1º de enero, día de María la madre de Dios

En los anteriores pasajes, puede apreciarse cómo para Nuestro Señor tiene gran importancia la virginidad de la Madre de su Unigénito Hijo.

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Por Mirna Navarrete

30 December 2017

Cambiando canales de televisión, recientemente vi a un conocido pastor evangélico que esporádicamente escribe en los periódicos. Al oír que mencionaba a María me detuve a escuchar qué tendría que decir de la Madre de Dios.

Amén de serie de equívocos, él negaba que María se conservara virgen después de dar a luz a Jesús, pero se cuidó de comentar que para toda mujer es literalmente imposible, según las leyes de la naturaleza, el concebir un hijo sin la colaboración de un hombre, como sucedió con María, de quien todo cristiano sabe que concibió milagrosamente a Jesús por obra del Espíritu Santo (Lc 1,34-35). En Isaías (Is 7,14) leemos: “La Virgen está embarazada y da a luz un varón a quien le pone por nombre Emmanuel”. En Mt 1,22.23 se confirma esta profecía: “Todo ha pasado para que se cumpliera lo dicho por el Señor por boca de Isaías; una virgen concebirá y dará luz a un hijo a quien llamarán Emmanuel, que significa Dios con nosotros”.

Estas citas bíblicas claramente hablan de una virgen concibiendo como virgen, pero también dando a luz como virgen. En razón de esta verdad prodigiosa, este confundido pastor amerita conocer y aceptar que: “Para Dios NADA es imposible”.(Lc 1,37)

En los anteriores pasajes, puede apreciarse cómo para Nuestro Señor tiene gran importancia la virginidad de la Madre de su Unigénito Hijo. Por tanto sería realmente ofensivo a Él que la Virgen despreciara este prodigio sobrenatural y dejara de serlo voluntariamente después del parto.

Todo fue milagroso en la venida de Dios al mundo. Por lo que es incoherente pensar que María no se contentara con tal Hijo y por el concúbito posterior, perdiese su virginidad que tan milagrosamente le había sido preservada y que ese seno virginal, Sagrario donde se formara Cristo, Dios Hijo, fuese profanado. Para confirmar la importancia de todo lo anterior, encontramos en Ezequiel 44,2 “Esta puerta no se abrirá, ni entrará por ella hombre alguno, porque ha entrado por ella Yahvé, Dios de Israel”.

Respecto a los hermanos de Jesús, Santiago y José, que aparecen en Mc 6,3, y que mencionan quienes quieren destruir la imagen virginal y dignidad de la Madre de Dios, o intencionalmente tratan de confundir a su feligresía sabiendo que en realidad no eran hijos de María, o bien, por ignorancia, desconocen que por la pobreza del idioma Arameo, a los parientes y aún esposos o novios se les llamaba hermanos. Así, Santiago y José, aparecen en Marcos 15,40 como hijos de María de Cleofás, por tanto imposible que fueran hijos de María, Madre de Jesús.

En pasajes del Antiguo Testamento tenemos en Gen. 13,8 a Abraham llamando “hermano” a Lot, -su sobrino-, hijo de su legítimo hermano Harán. Labán, en Gen. 29,15, llama “hermano mío” al hijo de su legítima hermana Raquel. En Cant. 4,9, leemos “Me robaste el corazón hermana mía, novia mía” y en Cant. 4,10 “Qué suaves son tus caricias, hermana mía novia mía”.

La única forma de expresarse en Arameo de que se era un hermano legítimo de otro, era diciendo “el hijo de tal o cual padre o madre”. En ningún pasaje bíblico se adjudica a María ningún otro hijo que no fuera solamente Jesús.

“El que da Gloria a su Madre se prepara un tesoro”,dice el mismo Dios en Sirácides 3, 4. ¡Cómo se entristecerá Jesús ante tanta denigración contra su Madre Santísima! Esto, porque Él, por su naturaleza humanamente perfecta, posee un amor por su madre infinitamente superior al de cualquier ser humano.

Demos mañana la Gloria merecida a María, nuestra Madre del cielo. ¡Feliz Año Nuevo!

*Columnista de El Diario de Hoy.