"Opción preferencial" por la comida gourmet

No le pidan a la gente, la que paga impuestos, que además de gran un salario también les den de comer

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12 febrero 2013

Es natural que los padres de la Patria, como muchos de nosotros, disfruten de la buena mesa, de la alta gastronomía, de ricuras que chefs profesionales elaboran con cuidado. Resulta obvio que la diferencia entre aquello que comen los de la llanura y lo que un legislador engulle está en quién paga la cuenta: ellos toman los fondos de las arcas públicas; el resto de los pobladores pagamos con dinero que hemos ganado con el sudor de nuestra frente, en cumplimiento del mandato bíblico.

Se trata de "la opción preferencial por lo gourmet", como asimismo hay "opción preferencial por las muchachonas".

Es claro que la buena mesa siempre implica la buena bebida, los grandes vinos y los güisquis "carisisisísimos" con que algunos se regalan noche tras noche y día tras día.

Hay que pensar, empero, que en lo relacionado al uso de dineros públicos, lo que unos reciben de más es a costa de lo que otros reciben de menos.

Dicho de otra manera: como los presupuestos públicos son limitados, tienen montos definidos, lo que la Asamblea o el Ministerio de Medio Ambiente reciben de más, es porque otros sufrieron recortes o recibieron de menos.

Igual como distribuye su presupuesto un empleado: tanto para alquiler, tanto para comida, tanto para transporte, tanto para imprevistos y tanto para echarse un trago con los amigos. Pero si se pasa de tragos y las reuniones son frecuentes, tendrá que reducir los otros rubros, precisamente los que comparte con su familia.

En la economía privada, lo que hacen personas y grupos que no están al empleo o servicio "del Estado", sucede lo contrario: el que tiene más es porque ha dado más, porque ha contribuido con más éxito al bienestar del resto. Si un fabricante de camisas es próspero, se debe a que sus productos, lo que elabora y está a la venta en almacenes, mercados o en las aceras de una ciudad, son buscados y preferidos por muchas personas, que se benefician de esas prendas. Nadie en un país libre compra algo a la fuerza, o porque se lo imponen o porque no hay otras alternativas: marcas de camisas abundan…

Por tanto, "la opción preferencial" por la buena gastronomía de los legisladores resta recursos a otros servicios que ofrece el Gobierno a la gente. A la gente que, en sus años de enmontados, llamaban "masas" y los ocupaban de escudos humanos.

Además del gran salario, quieren que los alimenten

El costo de "la buena gastronomía" es mucho más elevado, mes a mes, que comprar corbatas. Además, con el paso del tiempo, las exigencias al proveedor son mayores: se quieren menús más suculentos, se preparan platos para los directivos distintos a los del resto, piden especialidades, agregan mariscos, etcétera.

En un país en el que oficialmente se le pide austeridad a los funcionarios, lo que comen debe reducirse a lo lógico, sándwiches y una bebida. El que quiera alimentos más elaborados o siga dietas, que lleve de su casa la lonchera, como lo hacen centenares de miles de personas cuando en sus sitios de trabajo no hay cafetería.

O, si quieren, que un emprendedor monte un cafetería para los diputados y cobre por el servicio. Pero que no le pidan a la gente, la que paga impuestos que, además de un gran salario, también les den de comer.