¿Misión imposible?

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12 noviembre 2011

¿Misión imposible? No cabe duda de que las personas son muy importantes en la conducción de empresas y grupos humanos. Lo vemos a diario en escuelas, negocios, familias, iglesias, equipos deportivos e instituciones públicas. En igualdad de otras condiciones y circunstancias, la presencia o ausencia de buenos liderazgos es bastante determinante para la obtención de resultados. Pero una de las cosas más importantes que hace un buen dirigente es modificar en lo que sea necesario y posible las condiciones y circunstancias en las que debe realizar su misión. La misión que tendrá el nuevo Ministro de Seguridad Pública y Justicia es equivalente a la de un director técnico a quién le piden hacerse cargo del equipo cuando ya va perdiendo por abultada diferencia y el tiempo del partido está por expirar. Si el resultado que se espera es ganar el partido, la misión es virtualmente imposible; pero en el caso de la criminalidad en nuestro país el triunfo se define en otros términos. Lo que realistamente cabe esperar es que el adversario no siga marcando tantos goles y que nuestro equipo pueda marcar algunos para acortar lo más posible la diferencia. Por diferentes razones en cada caso y a pesar del gran aprecio personal que les guardo a algunos de ellos, francamente no me entusiasma ninguno de los nombres que el Presidente parece estar considerando para sustituir al ministro saliente. La persona que ofrece las mejores posibilidades de atinarle a dar el giro necesario en las políticas y planes de seguridad está haciendo un excelente trabajo en otra cartera de Estado y todo parece indicar que ahí se quedará. De cualquier forma, quisiera aprovechar la oportunidad del vacío que se mantendrá al menos por un par de días más, para hacer algunas reflexiones que pueden servirle al Presidente y al nuevo Ministro. En primer lugar, me parece un error ponerle encima al Ministro un coordinador del gabinete de seguridad. Esa función le corresponde al propio Ministro y si se le despoja de ella se le está limitando por diseño su liderazgo, su autoridad y su eficacia. Esa situación no debió haberla aceptado el Ministro Melgar y no debiera aceptarla el nuevo Ministro. En segundo lugar, hay que tener cuidado con otros movimientos que puedan estarse considerando. Contrario a ciertos juicios que la oposición política ha hecho con ligereza y por propia conveniencia, creo que el Director de Centros Penales ha hecho lo mejor que alguien podría haber hecho dadas las precarias condiciones de la infraestructura carcelaria y en ausencia de políticas y acciones orientadas a reducir significativamente la mora judicial. La solución en este caso no es cambiar al director sino modificar lo que le ha impedido a él y le impediría a cualquiera lograr un control efectivo de la población de reos. Algo parecido puede decirse del Director de la PNC. No tiene sentido pedirle más presencia y más capturas si en los centros penales y en las bartolinas de la PNC ya no cabe un alfiler; si de todas formas las deficiencias de la Fiscalía y del sistema judicial hacen poco probable completar exitosamente y en tiempo razonable los procesos de justicia penal; si no es humanamente posible evacuar a buen ritmo los procesos por insuficiencia de personal y recursos. Es evidente que la PNC necesita mejorar en varios aspectos críticos de su labor, pero hay que tener mucho cuidado cuando se hace el diagnóstico de las causas que están frenando el desarrollo de la corporación policial. En tercer lugar, ningún ministro podrá hacer avances significativos si el propio Presidente no asume el rol de liderazgo que le corresponde para lograr que las leyes y las instituciones que no están subordinadas al poder ejecutivo converjan en una visión unificada y en una política coherente. Esto no es un problema de coordinación inter-institucional; es un problema de liderazgo supra-institucional, porque también se ha estado desaprovechando el potencial aporte del sector privado y de las organizaciones sociales, el cual no se dará por la fuerza sino en virtud de la persuasión. Finalmente, el nuevo Ministro debe contar con todo el respaldo del Presidente para pensar fuera de la caja y actuar con audacia. Hay que entender que estamos perdiendo la guerra y no podemos pretender ganarla haciendo más de lo mismo o haciendo un poco mejor lo que se ha venido haciendo. Hace falta coraje para asumir el costo político de corto plazo que seguramente tendrá cualquier medida que se salga un poco de lo común.

Joaquín Samayoa