Un debate interesante

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17 noviembre 2011

Un debate interesante No cabe duda de que las personas son muy importantes en la conducción de empresas y grupos humanos. En nuestro medio político y social se le dice analista a cualquier persona que manifiesta sus opiniones con alguna frecuencia en los diversos medios de comunicación. Sin embargo, hay una diferencia importante entre un análisis y una opinión. Todos tenemos opiniones sobre cualquier cosa. No hay requisitos de conocimiento o de lógica para las opiniones. Los análisis, en cambio, están o debieran estar sometidos a un estándar de razonamiento más riguroso. El comportamiento humano y social es sumamente complejo; nunca responde a una sola causa o a una motivación enteramente transparente. Entre las causas y los efectos median muchas circunstancias y factores, muchos condicionamientos profundos que no son del todo evidentes para los que actúan ni para los que observan e intentan interpretar el comportamiento. Por eso es tan difícil la investigación en las ciencias sociales. Por eso son tan propensos a error los análisis de los fenómenos colectivos, especialmente aquellos que se hacen con bastante ligereza. Y esos son los que más abundan en los espacios de opinión. El tiempo que se está tomando el presidente Funes para decidir sobre cambios de personas y estrategias en su gabinete de seguridad ha dado espacio para el debate social sobre el fenómeno de criminalidad. Muchas personas han expresado sus opiniones y unos pocos han intentado hacer análisis sobre las causas y sobre lo que conviene hacer para empezar a revertir la espiral de violencia que tanto daño está haciendo a nuestra sociedad. El debate ha sido interesante pero no siempre iluminador. Lo cierto es que no hay verdades que no deban someterse a examen riguroso. No hay respuestas inequívocas. No hay recetas. Es importante subrayar esto porque el debate siempre es una buena ocasión para que algunas personas intenten promover sus intereses o reafirmar sus prejuicios y sus dogmas, lo cual no ayuda y más bien entorpece el esfuerzo de buscar buenas soluciones. Un buen análisis debe buscar acercarse lo más posible a una buena teoría científica. En este punto conviene recordar que la robustez de una teoría es directamente proporcional a la cantidad de hechos que explica satisfactoriamente, e inversamente proporcional a la cantidad de evidencias que la contradicen. A manera de ejemplo, la teoría que postula que la criminalidad es resultado de la pobreza es una teoría débil, porque no explica el comportamiento delincuencial de una enorme cantidad de personas que no son pobres, y porque la contradice la inmensa cantidad de pobres que no son criminales. Señalo esto porque algunos ideólogos que pasan por analistas siempre están tratando de revolver una gran cantidad de factores en una especie de caja negra, sin intentar siquiera el ejercicio lógico que sería equivalente, por ejemplo, a un análisis de regresión múltiple que, usando modelos matemáticos, establece el peso relativo de distintas variables en un determinado resultado. No distinguen entre causas y factores desencadenantes; no identifican en el contexto social los factores de riesgo y los factores de protección de las conductas indeseables. No atinan a discernir la preeminencia de unos factores respecto de otros. Todo va indiscriminadamente a la caja negra. Hace unos días escuché a un respetado opinante afirmar que era un error darle tanta importancia a los asesinatos y olvidarse de otros hechos delincuenciales. Hizo equivalente ese tratamiento a dar aspirina para el dolor sin ocuparse de la enfermedad. Dijo también que no servía de nada evitar asesinatos si no se hacía un buen trabajo de prevención. Ese es un ejemplo claro de lo que digo. Es un ejemplo claro del pensamiento que se niega a establecer prioridades y a entender que hay un orden y una secuencia en las cosas. En primer lugar, hay que señalar lo obvio. Todo tiene remedio menos la pérdida de la vida. Eso es ya una razón poderosa para focalizarse en los asesinatos como lo más grave de toda la acción criminal. Pero además es preciso entender que simplemente no es posible hacer un buen trabajo de prevención en situaciones en las que es tan inminente el riesgo de ser víctimas de asesinato. Los que hablan de prevención en abstracto no tienen ni remota idea de las dificultades que enfrentamos las instituciones que tenemos trabajo todos los días en escuelas y comunidades asediadas e intimidadas por las maras. Tampoco conocen los buenos resultados que hemos logrado en las comunidades donde nuestro trabajo es acompañado de manera sostenida por un esfuerzo policial, por la represión a la que ellos se oponen por razones puramente ideológicas. El que mucho abarca poco aprieta, dice muy sabiamente el refrán popular. Las nuevas autoridades de seguridad pública deben entender muy bien que hay cosas que van primero, que hay logros que son condición sine qua non para plantearse otras metas con alguna probabilidad de éxito. El nuevo ministro no debe necesariamente ser un especialista en criminología, pero debe ser suficientemente inteligente para no dejarse embaucar por asesores que quieran seguir vendiendo nebulosas o cajas negras que en nada ayudan a combatir eficazmente la criminalidad.

Miguel Lacayo