Sánchez Cerén en Caracas

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11 enero 2013

Sánchez Cerén

en Caracas Observador Político E scuché el discurso completo que pronunció Salvador Sánchez Cerén en Caracas durante los actos que reemplazaron lo que debió haber sido la toma de posesión de Hugo Chávez para iniciar un nuevo período presidencial de seis años. Hay en ese discurso varias declaraciones que ameritan comentarios. Lo que más me ha llamado la atención fue la alusión que hizo nuestro vicepresidente a ?los grandes medios de comunicación dominados por la derecha?.

Dijo que había que combatir las mentiras que propagan esos medios y que él se comprometía a hacerlo en El Salvador, porque ?la mentira siempre es derrotada?. ¡Qué ironía! Decir semejante cosa justo en un momento en que él y otros prominentes líderes de izquierda están avalando con su sola presencia la mentira más grande que haya sido dicha y sostenida por tan largo tiempo por gobierno alguno. Hugo Chávez sabía que, en el mejor de los casos, llegaría con vida a los primeros meses del 2013, pero llegaría moribundo, completamente incapacitado para continuar siendo el presidente de Venezuela. Engañó a su propio pueblo y a la gente que tanto lo admira. Para mantener el engaño llegó al extremo de comprometer las posibilidades de éxito de su tratamiento médico, con tal de poder presentarse en público un par de horas de vez en cuando para que lo vieran saludable. La fecha de inicio de un nuevo período presidencial encuentra a Hugo Chávez tan enfermo que no puede siquiera posar para una fotografía o enviar un saludo de medio minuto al pueblo venezolano en una fecha tan importante. La versión oficial dice que su estado de salud es ?estacionario?, quizás porque ningún estado es más estacionario que el de un cuerpo sin vida. Sin embargo, siguen manteniendo la ficción de que su ausencia es temporal y que Hugo Chávez sigue siendo, sin interrupción, el presidente de Venezuela. ¡Por favor! Si eso no es una mentira, habrá que cambiar la definición del término en los diccionarios de todas las lenguas vivas y muertas. ¿Sería mucho pedir, entonces, que no sólo se ocupen de combatir las mentiras de los medios dominados por la derecha, sino que empiecen por abstenerse de propagar sus propias mentiras, al menos aquellas que riñen de manera tan contundente con la realidad? Pero más allá del descaro de mostrarse como paladín de la verdad mientras avala la gran estafa hecha al pueblo venezolano, en algo sí tiene razón el candidato presidencial del FMLN: ?la mentira siempre es derrotada?, cualquier mentira, también la suya. A pesar de esa lamentable actuación, una cosa sí debe reconocerse y es que, en el tema de su proyecto político para El Salvador, el candidato del FMLN fue veraz y muy diáfano. Tanto así que ya no necesita decir más. Puede ahorrarse el costo de su campaña electoral. Nos queda más que claro a dónde nos quiere llevar. La Venezuela de Hugo Chávez es el faro que ilumina el camino que deben seguir los pueblos latinoamericanos. Así de claro. Eso significa anulación de la independencia y separación de poderes, hostigamiento a la prensa que no se suma, persecución a los políticos que no están de acuerdo, poder absoluto concentrado en un pequeño grupo de personas, expropiación de empresas nacionales y extranjeras, espionaje del Estado en todos los vecindarios y lugares de trabajo, y muchas otras cosas igualmente indeseables. También significa obras sociales y regalías para comprar la admiración y la lealtad de los simpatizantes dentro y fuera de Venezuela, pero manteniendo completamente estancado el desarrollo de las fuerzas productivas. Eso tiene algún atractivo de corto plazo y alguna viabilidad de largo plazo por la única y sencilla razón de que el petróleo produce ganancias de miles de millones de dólares; pero es un modelo insostenible en países que no tienen ese recurso. Con sus exaltadas declaraciones en Caracas, el candidato presidencial del FMLN renunció en cinco minutos a los votos de una sobrada mayoría de salvadoreños, entre los cuales hay muchos que comparten sus ideales, pero repudian ese camino para alcanzarlos. Nada que pueda decir después modificará sustancialmente el impacto negativo de ese discurso en la ecuación de aplausos y rechazos a su candidatura. Por Joaquín Samayoa