La mejor cualidad personal es ser responsable

El exalcalde de Nueva York, Giuliani, estableció la regla de que no hay faltas pequeñas, de que todo se debe sancionar. Porque al no ser así, el orden se comienza a perder y, con ello, la calidad de lo que nos rodea

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09 enero 2013

Es una suerte para muchos estudiar en colegios, escuelas, institutos, academias y universidades, pero hay quienes lo hacen y no logran destacar en nada, como otros que van aprendiendo por su cuenta a lo largo de la vida y consiguen llegar muy lejos. Talvez el factor que más influye en tener éxito es ser responsable, responsable consigo mismo y responsable en lo que se hace.

Esa, por cierto, es una virtud que ha disminuido en estos trópicos, por lo que es suficiente contemplar la calamidad general para darse cuenta de que hemos desmejorado, de que no se puede confiar en la palabra de la gente ni en la seriedad de las instituciones.

La gente ha perdido responsabilidad porque no le cuesta salirse con la suya, lograr que le perdonen o no tomen en consideración las fallas que comete. Y por ese motivo es que el exalcalde de Nueva York, Giuliani, estableció la regla de que no hay faltas pequeñas, de que todo se debe sancionar. Porque al no ser así, el orden se comienza a perder y, con ello, la calidad de lo que nos rodea.

Hay muchos ejemplos: si en un vecindario la gente comienza a tirar la basura en los tragantes, o a media calle, pronto llega el momento en que el entorno general es sucio y, al ser sucio, los que allí habitan pierden el incentivo de limpiar. Es eso, por cierto, lo que le sucedió a San Salvador durante los tres períodos en que el municipio estuvo en manos de los rojos: la capital era un enorme basurero, lo que se ha ido superando desde que tomaron posesión las nuevas autoridades.

En cada uno de nosotros

debe actuar un Giuliani

El caso clásico es el de "la ventana rota": cuando en una calle aparece una ventana rota y no la arreglan, paulatinamente irán apareciendo más hasta que toda el área se convierte en un sucio arrabal.

Y lo mismo sucede a las personas: si descuidan sus hábitos, no se ocupan de estar limpios y arreglados, no tratan de avanzar con el tiempo (lo que es importante en épocas de alta renovación tecnológica) y se la pasan echados en sillones o en la cama "oyendo y viendo novelas", poco faltará para que pierdan la salud y pierdan sus vidas.

De allí la importancia, ahora que inician nuevos ciclos escolares, de inculcar buenos hábitos a los niños y jóvenes, de ser estrictos en exigirles que hagan sus tareas, los famosos "deberes", de inducirles a que lean buenas obras. Con la disciplina se reducen las posibilidades de que esos alumnos se queden atrás, que nunca destaquen.

Es lógico que a un niño se le pueda perdonar el ser indisciplinado --aunque no se debe--, pero tolerarlo es mandarlo luego a la etapa de adulto sin las costumbres y hábitos que le permitan ser exitoso en sus labores. Porque al no serlo su oportunidad de ganar mejor, de que lo promuevan a mayores responsabilidades, de que vaya escalando en las jerarquías de una labor, se pierden. Y por más simple que sea el oficio o el empleo que desempeñe, el responsable, el que cumple a cabalidad con sus obligaciones, siempre sale mejor librado que el irresponsable.

Cada padre de familia, cada maestro, debe actuar como un Giuliani en pequeño, como alguien que se esfuerza para que las tareas se hagan bien.