Los precios de los productos primarios y los

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21 mayo 2013

Manuel Hinds

Los precios de los productos primarios y los mitos políticos de Latinoamérica

Hace unos días publiqué un artículo llamado ?El fin de los milagros? en el que noté cómo las altas tasas de crecimiento en las exportaciones y el Producto Interno Bruto que ha experimentado Latino América en los últimos años se ha debido a la pura suerte: el gran boom de los precios de los productos primarios de esos años.

En realidad, como se lo muestro en las gráficas de este artículo, los vaivenes económicos de la región, y gran parte de las sacudidas políticas e ideológicas se han debido en gran parte a la suerte manifestada en los movimientos de dichos precios.

En realidad, el impacto de los precios de los productos primarios en los destinos de América Latina van mucho más allá de los últimos años.

De hecho, dichos precios han condicionado los resultados económicos de la región por siglos enteros, ya que los productos primarios representan la inmensa mayoría de las exportaciones latinoamericanas (El Salvador, junto con México, Costa Rica y República Dominicana siendo, como se discute más adelante, excepciones a esta regla durante los últimos años).

Como se ve en la gráfica 1, el movimiento de estos precios ha sido sustancial en los últimos cincuenta años (los precios son reales, es decir, están expresados en dólares y se han dividido por el índice de precios del consumidor de Estados Unidos).

Este movimiento ha sido reflejado, como en un espejo, por la tasa de crecimiento real del PIB de América Latina en su conjunto.

La gráfica muestra como los promedios quinquenales de ambas variables han subido y bajado al mismo tiempo, con el crecimiento determinado por los precios internacionales de los productos primarios-es decir, por pura suerte.

En general, pueden verse tres ciclos bien marcados.

El primero comenzó con un boom a principios de los setentas que culminó a fines de esa década para caer catastróficamente durante la primera mitad de los ochentas.

El segundo ciclo subió en la segunda parte de los ochentas para caer en a principios de la primera década del Siglo XXI.

El tercero ha sido un boom que comenzó alrededor del 2003 y que todavía no ha terminado.

Cada uno de estos ciclos ha dado pie al nacimiento de mitos políticos en la región, que le han atribuido grandes éxitos económicos a los gobiernos que han tenido la suerte de estar en el poder cuando los precios han subido y grandes fracasos económicos a los gobiernos que han tenido la mala suerte de estar en el poder cuando dichos precios han bajado.

El boom de los setentas dio, como en nuestro tiempo, impulso a la idea que Latinoamérica había al fin despegado y se encaminaba al desarrollo, dejando atrás a los países desarrollados que estaban en graves problemas por los altos precios del petróleo.

Como ahora, se decía que ?el modelo latinoamericano? (que en ese tiempo eran gobiernos militares que cerraban las economías a competencia externa) era la ola del futuro.

De pronto, como se ve en la gráfica, los precios de los productos primarios colapsaron, y con ellos, la prosperidad latinoamericana y el prestigio de los gobiernos militares.

La caída de prestigio fue tal que estos gobiernos se derrumbaron en toda la región y fueron sustituidos por gobiernos que liberalizaron las economías para promover el crecimiento.

?Graficas_Hinds1? FUENTE DE DATOS: World Databank del Banco Mundial y el International Financial Statistics de FMI, promedios de 5 años.

Estos nuevos gobiernos tuvieron suerte al principio.

Los precios de los productos primarios subieron en la primera mitad de los noventas.

Pero a principios del nuevo siglo hubo una caída muy marcada de los precios de los productos primarios, que llevó a la condena de las liberalizaciones y del ?neoliberalismo?.

Entonces fue que subieron al poder los Kirchner, Evo Morales, Ortega, Lula y otros populistas que decían que había que gastar desaforadamente para reactivar el crecimiento.

Esto los hubiera llevado a una catástrofe en tiempos normales.

Pero en ese momento la suerte los ayudó: en 2003 comenzó un larguísimo boom que todavía dura, con lo que las tasas de crecimiento de los países latinoamericanos subió rápidamente a niveles que no se habían visto desde el boom anterior de los años setenta.

Entonces los periódicos y la televisión se llenaron de grandes elogios por las políticas económicas latinoamericanas, que hacían crecer a sus economías mucho más que a las desarrolladas, sin ponerse a pensar que no había ninguna política que pudiera describirse como común a toda Latinoamérica.

¿Como podía ser que fueran igual de exitosas políticas que eran contradictorias, como las de Perú con las de Bolivia, o las de Chile con las de Argentina, o las de Brasil con las de Colombia, o las de Venezuela con las de Paraguay?

Lo único que tenían todas en común era que todos estos países dependen de las exportaciones de bienes primarios.

Pero no todos los países crecieron igual.

Los que más exportaron y crecieron no fueron los que tenían mejores políticas sino los que dependían más de los productos primarios.

La gráfica 2 muestra cómo el crecimiento de las exportaciones ha sido proporcional al peso de dichos productos en las exportaciones totales.

Note, por ejemplo, que el más exitoso de todos de 2004 a 2011 fue Bolivia, no porque tenga políticas admirables sino porque todas, todas sus exportaciones son productos primarios, que estaban en boom.

Lógicamente, los países con menos dependencia de los productos primarios fueron los que menos crecieron (El Salvador, México, República Dominicana y Costa Rica) porque, sin muchos productos primarios, no tenían cómo beneficiarse de su boom.

Esto demuestra más claramente que la fuente del crecimiento era el boom, no las políticas.

Es una de las desgracias de América Latina porque los productos primarios son los que menos valor agregado tienen.

Dan mucha riqueza cuando están en boom pero traen mucha pobreza cuando sus precios caen.

?Graficas_Hinds2? FUENTE DE DATOS: World Databank del Banco Mundial.

Ahora viene el fin del ciclo de los productos primarios-es decir, su caída.

Esa caída se puede dar porque los precios caen o porque suben menos que lo que suben los demás precios si sobreviene una inflación mundial.

Como se ve en la gráfica 1, la caída ya comenzó desde hace un par de años, causando graves problemas a tres de los países cuyos gobiernos populistas que están corriendo hacia el colapso aunque siguen aplicando las mismas políticas que hace apenas unos años eran admiradas como modelos para el crecimiento: Argentina, que está entrando a un crisis monetaria; Brasil, que ha dejado de crecer, y Venezuela que va hacia el desastre como un tren que está a punto de chocar con una montaña de piedra.

Lo que ha cambiado en estos países no son las políticas-ahora son tan malas como lo han sido en los últimos ocho a diez años-sino la suerte de sus gobernantes.

En vez de subir, los precios de sus exportaciones están cayendo.

Ahora la gente comenzará a decir que esas políticas, que hasta hace poco admiraba, en realidad eran muy malas, y volverá a caer en el engaño que se esconde aun en las cosas más simples si no sabemos analizarlas.

Poco a poco todos los países que dependen de los productos primarios irán sufriendo las consecuencias del colapso del boom.

Muchos no sabrán lo que les pasó.

Sólo dirán que no la vieron venir.

La actitud latinoamericana hacia las políticas económicas, basada en un pragmatismo superficial que no llega más allá de las narices, recuerda lo que pasó en una lejana isla del Pacífico Sur cuando, al final de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos abandonó una base aérea que había funcionado durante las hostilidades.

Los nativos se acongojaron mucho cuando vieron que ya no llegaban aviones, que ellos había comenzado a adorar, y buscaron la manera de atraerlos.

Ellos habían notado que en la torre de control los soldados hablaban y al poco tiempo los aviones llegaban.

Entonces, pasaron muchos años hablando a los micrófonos, esperando que, como ellos lo habían visto, hablando en esos aparatos llevaba a la aparición de los aviones.

Jamás se imaginaron que los aviones habían llegado y luego dejado de llegar porque personas muy lejanas habían determinado que esa isla era estratégica durante una guerra e irrelevante durante la paz.

Creyendo que la diferencia estaba en la forma en la que le hablaban al micrófono, le hablaban y le hablaban al micrófono para ver si descubrían cómo era que había que hablarle.

Así es el pueblo de Latinoamérica.

Se engaña creyendo que las políticas populistas son buenas, porque no levanta la vista para ver lo que pasa en el resto del mundo, y no ve que han sido acompañadas por crecimiento por pura suerte.

Ojalá que Latinoamérica abandone esta manera pueblerina, tercermundista de ver las cosas, para poder enfocarse en las cosas que sí llevan al desarrollo: la inversión en capital humano y físico.

Cuando esto sea así, en vez de exportar productos primarios exportará productos manufacturados y servicios, y no dependerá de precios volátiles para pagar sus gastos.