Lo malo: el deterioro del compromiso democrát

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29 mayo 2013

Lo malo: el deterioro del compromiso democrático y

la vuelta a los vicios del pasado l término del primer año de gobierno, aunque la designación de muchos cargos del gabinete no había respondido a la promesa de selección por méritos; aunque no había grandes o muy promisorios resultados, y a pesar de que ya se apuntaban algunas malas maneras en la relación del presidente con el sector privado, fue casi unánime el reconocimiento de su compromiso con la democracia. Al presidente Funes le estalló el golpe de Estado y la crisis institucional en Honduras a menos de un mes de haber tomado posesión de su cargo. La situación polarizó y envenenó de inmediato el clima político de toda la región y trascendió al ámbito continental por el protagonismo y por los intereses de expansión de su modelo atribuidos al presidente de Venezuela, Hugo Chávez Frías (que en paz descanse), y por el rol que podrían jugar los vecinos del norte en la crisis. Dentro de nuestras fronteras, la inmediata, radical y activa posición del FMLN a favor de Zelaya perfiló un panorama de confrontación de imprevisibles consecuencias. En ese terreno minado se movió con encomiable prudencia el presidente salvadoreño. Dejó clara su posición contra el golpe de Estado, pero también su decisión de no acompañar el designio autoritario del chavismo en la región. Muchos reconocimos el mérito de esa actuación, especialmente FUSADES que le dedicó una buena sección de su ?Apreciación? a recapitular y elogiar el compromiso democrático que exhibió. Desde ese momento ha llovido bastante. Las cosas han cambiado hasta el punto de que una de las críticas más fuertes y relevantes que se pueden hacer al presidente al término del cuarto año de gobierno es el pronunciado deterioro de su compromiso con la democracia. En efecto, en vez de respetar, proteger y auspiciar la independencia de los Órganos del Estado, y especialmente la independencia que el Órgano Judicial debe tener en relación con los poderes políticos, por ser ésta la piedra angular del sistema democrático, el presidente se convirtió en cómplice del bloque dominante en la Asamblea Legislativa, contribuyendo al desacato de sentencias, a la neutralización y a la eventual supresión de la independencia de la Sala de lo Constitucional y de todo el Órgano Judicial. Como si el control partidario de la Corte Suprema de Justicia fuera poca afectación a la democracia, el presidente también apoyó al bloque liderado por el FMLN en el reparto antidemocrático de cuotas partidarias y de concentración del poder del Estado que tanto criticó él mismo en otros tiempos, en referencia a la elección del presidente y los magistrados de la Corte de Cuentas, así como en la elección del Fiscal General. En este tema, como en otros, es inaceptable el argumento que ha sido empleado tantas veces por el presidente y por la cúpula del FMLN, al afirmar que ARENA utilizaba también su aplanadora legislativa para la elección de funcionarios en la Asamblea. Es inaceptable por varias razones, pero sobre todo porque tanto el Frente como el presidente prometieron un cambio y una ?nueva forma de hacer política?, y en vez de honrar su promesa y su compromiso democrático han reproducido, con métodos más repudiables en algunos casos, los mismos vicios del pasado. Los hechos están a la vista. El 2 de junio de 2011 el presidente sancionó sin mayor análisis, el mismo día de su aprobación, el decreto 743 orientado a obstruir la operatividad de la Sala de lo Constitucional. El 23 de junio del mismo año apoyó la arbitrariedad del Director de la Imprenta Nacional de negarse a publicar un fallo de la Sala de lo Constitucional, como si ese señor ?o el presidente para el caso? tuviera la más mínima atribución de decidir cuándo consideran procedente o no la publicación de un fallo judicial. El 28 de marzo de 2012 el presidente apoyó al bloque oficialista en su decisión de elegir magistrados a la CSJ antes del fin de la legislatura 2009-2012, así como en la decisión de expulsar al magistrado Belarmino Jaime de la Sala de lo Constitucional. En consonancia con lo anterior, el 29 de junio el presidente sancionó el DL 43 el mismo día de su aprobación para posibilitar que la Corte Plena se reuniera sin la convocatoria ni la presencia del magistrado presidente, que todavía era el Dr. Jaime. El día anterior a la sanción, luego de asegurar que no intervendría en un conflicto entre dos Órganos del Estado, Funes apoyó el recurso del bloque parlamentario oficialista ante la Corte Centroamericana de Justicia para demandar a la Sala de lo Constitucional. El 1 de julio de 2012 la Policía, con francotiradores en las azoteas, como en aquellas tristes imágenes el pasado, permitió la irrupción violenta de sindicalistas del Órgano Judicial en el edificio de la CSJ para imponer la entrada a los despachos por parte de los magistrados elegidos de forma inconstitucional. Días más tarde, el 10 de julio, por segunda ocasión, el Diario Oficial se negó a publicar una sentencia de la Sala de lo Constitucional. Una semana más tarde, el presidente acusó directamente de desacato a la Sala de lo Constitucional por desconocer el fallo de la Corte de Managua, a todas luces improcedente, tal como determinaron los tribunales, salas o cortes constitucionales de toda la región. A la luz de estos y de otros hechos y declaraciones públicas, puede constatarse que el comportamiento del presidente dejó mucho qué desear en los sucesivos episodios de la crisis institucional. Y eso sin entrar a la arena movediza del precio que se haya podido pagar por una ?gobernabilidad? ?respaldo parlamentario al Ejecutivo? obtenida a partir de reiteradas burlas a la voluntad popular. En las últimas dos elecciones el soberano distribuyó los escaños para que hubiera un contrapeso al bloque en el poder. En ambas ocasiones se trastocó en despachos y pasillos lo que se había expresado en los centros de votación. Difícil imaginar acciones más dañinas a la democracia. Es posible que el presidente no las promoviera, pero el puntual voto de todos los tránsfugas a favor de sus iniciativas ha dejado mucho en qué pensar. A Cuarto año de gobierno Por Salvador Samayoa