31-05-2013

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30 mayo 2013

Lo malo: el deterioro del compromiso democrático y la vuelta a los vicios del pasado El que no está conmigo está contra mí; el que no siembra desparrama. Palabra de Dios. Vivimos en una sociedad bastante maniquea, que tiende a ver en todo, especialmente en las cosas de orden político y ético, solo luz y tinieblas, sin claroscuros, sin sombras, sin matices, sin rayos de luz en los días nublados, sin zonas de sombra en ambientes soleados. En contra

de esta pulsión cultural tan poco edificante, hemos señalado algunas cosas buenas y algunas cosas malas del gobierno del presidente Mauricio Funes con ocasión

de completarse cuatro años de su administración. Ahora toca ?lo feo?, para cerrar la referencia, bastante trillada por cierto, a la memorable película

de Sergio Leone.

Pero ?lo

feo? en estas líneas no será lo más feo; no será lo más grave, lo más censurable o lo más vergonzoso en un plano moral. En esos ámbitos no queremos entrar. Aquí solo hablaremos de una actitud política y de un estilo presidencial que se ha visto francamente mal. Persona amable y agradable en el trato más social, el presidente se ha visto cada vez más intoxicado, cada vez más hosco y conflictivo en el ejercicio de su función gubernamental, al punto de recetar con demasiada frecuencia extensas y agresivas reprimendas a personas, medios de comunicación o entidades que han expresado alguna crítica a su gestión en general o al desempeño de cualquier oficina de gobierno en particular. El más sonado y permanente de sus pleitos ha tenido en la otra esquina del ?ring? a los máximos dirigentes gremiales del sector empresarial. Ese enfrentamiento, no por su naturaleza, que podría ser legítima, sino por sus formas, ha dado la impresión de que el presidente prefiere ganar una pelea de gallos a liderar con sabiduría y madurez a las fuerzas económicas y sociales del país. La diatriba, el discurso violento e injurioso, no ha tenido como únicos destinatarios a los líderes de estos gremios. Tengo archivadas unas cuantas alocuciones dirigidas a La Prensa Gráfica, a El Diario de Hoy, a columnistas o comentaristas de estos y de otros medios, llamándolos por su nombre a veces, o con referencias inequívocas a ellos en otras ocasiones. También constan muy injustos comentarios a la Iniciativa Social para la Democracia (ISD) y al Instituto de Derechos Humanos

de la UCA, por los que protestó su Director, Benjamín Cuéllar, recordándole al presidente cuando ejercía el periodismo reivindicando la tolerancia y mostrando orgullo porque sus señalamientos editoriales incomodaban a los

poderes. A FUSADES, en muchas ocasiones, pero en particular en uno de esos programas radiales a imagen y semejanza de ?Aló Presidente?, le soltó una extensa andanada de acusaciones y de epítetos completamente impropios de un presidente. Y lo peor, en este como en otros casos, es que el asunto no valía la pena. Se enfrascó en una discusión muy envenenada sobre el

porcentaje o el número de pobres, en vez de hacer gala de la formación y de la estatura intelectual

que tiene y que a veces olvida. Seguramente las entidades que se dedican a realizar estos estudios debieran cambiar algunos de sus criterios y enfoques, pero la responsabilidad del presidente es de naturaleza diferente. ¿Qué importancia tiene que una persona en vez de $93.64

gane $96.43 al mes?

No tiene ninguna importancia. Es una burla y una falta de respeto decirle a alguien que si tiene unos pesos más de $3.12 al día ya salió de la pobreza. ¿Quién puede vivir con eso? ¿Quién puede pagar alimentación, transporte, vestido y medicinas para su familia con eso? El indicador es, simplemente, un engaño o un autoengaño. No vale la pena tener un enfrentamiento con nadie por esos índices. Además, hay una dimensión que un mandatario -cualquiera- debe asumir: el presidente no es un académico debatiendo con sus colegas en un congreso, o un político en campaña debatiendo más o menos en pie de igualdad con sus adversarios. Un presidente tiene un poder extraordinario frente al ciudadano y frente a entidades particulares. Dispone de los medios de comunicación del Estado; tiene la potestad de mandar a callar a todos

los medios para que solo se escuche su voz en las cadenas de radio y televisión, tiene a disposición cualquier cantidad de millones de dólares que gasta en la prensa oficialista y en la propaganda de sus ideas y de su imagen. No se enfrenta en pie de igualdad con los ciudadanos y por eso debe aprender a ser comedido en el uso de sus poderes. Un

presidente no puede mostrarse tan susceptible a la crítica; no debe estar pendiente de lo que dice o escribe cada columnista, cada político de oposición o cada ONG. Una actitud como esa puede reflejar inseguridad o una personalidad vanidosa o soberbia. HR Haldeman, Jefe de Gabinete de Nixon entre 1965 y 1973, revela en sus memorias una cierta paranoia

del presidente de Estados Unidos. Dice que

Nixon ?no solo estaba obsesionado con su imagen, sino que la furia lo desbordaba cuando leía resúmenes de prensa contrarios a su política?. En nuestro caso, el presidente debe cuidar su tendencia atribuir a otros intenciones aviesas en sus actuaciones. Recientemente ha dicho que la Sala de lo Constitucional ?conspiraba? contra su gobierno. Estas acusaciones son graves. No se puede andar por la vida, menos teniendo tan alta investidura, con la descalificación y la agresividad a flor de piel. Esa actitud crispa el ambiente y no contribuyen a un clima de libertad de expresión. El presidente tiene derecho, por supuesto, a refutar las críticas que se hagan a su gestión, pero no debe hacerlo con afectación personal, de manera injuriosa, con virulencia o agresividad. Conozco a muchas personas -por mis años en el Frente- que han resistido increíbles vejaciones, torturas y malos tratos; pero nunca he conocido a nadie que haya podido resistirse al buen trato. El recurso a la diatriba tal vez ha sido la nota más ?fea? de la presidencia de Mauricio Funes, pero queda todavía un año de gobierno, y es mucho lo que

se puede alcanzar todavía con un liderazgo amable y

positivo. Comenzando mañana. Salvador Samayoa