Comen la avena escocesa y, sin saberlo, parte del caballo

El suceso en Londres deja una gran lección a todos: hay que examinar lo que comemos y además preferir carnes magras, "lean", sobre las tan sabrosas carnes grasosas a la parrilla

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28 enero 2013

¡Revuelo en Londres! Se descubrió que muchas de las hamburguesas que se consumen contienen carne de caballo, lo que para buen número de personas es repulsivo y además atenta contra la dignidad del noble bruto.

Pero hay un cierto antecedente: los ingleses, como bien se sabe, comen en el desayuno lo que los escoceses le dan a los caballos, la rica avena. Por lo mismo, con base en una pensada dialéctica, no tiene nada de extraordinario comerse la avena y también al caballo, como es usual en la Italia meridional, en Grecia y, desde luego, en países como Somalia o la China, donde todo se come.

Es frecuente, al viajar por Sicilia, encontrar boutiques gastronómicas especializadas en vender carne de caballo, tanto en filetes y cortes diversos, como molida para engullirla al estilo hamburguesa. Y de hecho el apelativo de hamburguesa viene de una preparación típica de Hamburgo, el "deutsches steak", que es carne molida sobre la cual, al servirse en la mesa, cabalga un huevo frito.

De ser consecuentes con las recomendaciones de nuestros médicos, que aconsejan comer poca carne y además sin grasa, ya se habría desterrado de la mesa la carne de res, animales engordados con granos y a los cuales inyectan hormonas con el fin de que tengan más de la sabrosa grasa, para sustituirla por la de caballo. Esta carne es parca en grasa, "lean", ya que es un regalo que al mundo hacen los caballos después de pasarse la vida haciendo ejercicio.

"Mejor que vayan por delante; puede haber minas enterradas..."

El caballo viene a ser como el pavo, más sano que el pollo y todavía más que el cerdo, por lo que ahora hasta tocino se hace de esas aves.

Nunca comimos carne de caballo porque no se nos presentó la oportunidad, aunque sí hemos comido, en el Piamonte, al pie de los Alpes, jamón de burro. Jamón de asno, burro, rucio, jumento, como se le quiera llamar. Se come el delicioso entremés acompañado de un tinto ligero, joven y regional.

Hasta poco después de la Segunda Guerra Mundial el burro era el transporte y equipo de agricultura de los campesinos pobres del sur de Europa. Fotos de un lugareño sobre su burro, como Sancho Panza sobre su rucio, eran la estampa "par excellence" de las tierras bañadas por las aguas del Mediterráneo. Y lo sigue siendo en el norte de África.

Se cuenta que un viajero que visitó Argelia antes de la guerra, vio lo acostumbrado: el beduino sobre el burro y, atrás, la mujer a pie, cargando bultos.

Volvió después de la guerra y vio lo mismo, sólo que esta vez la mujer iba adelante, con los bultos y siempre a pie, mientras el beduino cabalgaba atrás.

--¿Cuál es la razón del cambio?, preguntó...

--Es por seguridad, ya que puede haber minas enterradas...

Los burros destinados a la gastronomía en Europa son fuertes, sanos, grandes y laboriosos, a diferencia del asno centroamericano, de cabeza pequeña pero capaz de rebuznar con gran fuerza y efecto.

El suceso en Londres deja una gran lección a todos: hay que examinar lo que comemos y, además, preferir carnes magras, "lean", sobre las tan sabrosas carnes grasosas a la parrilla. Vale aquello de que las delicias de la mesa engordan y, junto con la mantequilla, tapan las arterias.