¡Llame ya al Sr. Chidambaran!

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28 agosto 2013

¡Llame ya al Sr. Chidambaran! Observador Político ¿ Y usted no ha escuchado la idea que el déficit fiscal de El Salvador y la deuda del gobierno son tan altos que no habrá otro remedio que desdolarizar el país para que el Banco Central de Reserva imprima colones a manos llenas y podamos irnos todos a la playa, llenos de crédito y crecimiento económico? ¿Y no ha escuchado también que la devaluación que esa creación monetaria causaría sería un gran beneficio para el país, porque nuestros productos se volverían más baratos y por tanto ?más competitivos? y exportaríamos más?? Si usted ha oído esto, y lo cree, siéntese ya en su computadora y escríbale al Ministro de Hacienda de India, el señor Palaniappan Chidambaran, y explíqueselo. Este pobre señor está sufriendo mucho porque la Rupia se ha devaluado 16.8 por ciento en un mes. Es indispensable que mande su misiva ya porque el señor Chidambaran está tan deprimido que el miércoles presentó un plan para detener esta caída y, en sus palabras, ?salvar la economía?. En su discurso dijo que con esos diez puntos veía ?un resplandor de esperanza?. En realidad, sería mejor que lo llame por Skype para que usted pueda ver sus reacciones. Aquí le doy algunas ideas de lo que le puede decir. Primero, explíquele lo que usted ha oído, que la devaluación es tan buena para solucionar los déficits fiscales que en El Salvador hay gente que propone desdolarizar e imprimir dinero para resolverlos, lo cual llevaría a devaluaciones mucho más fuertes que esas que le están quitando el sueño al Sr. Chidambaran, y que eso sería bueno. No se amilane por los ojos desorbitados que lo mirarán desde la pantalla, ni por el tono con el que el Sr. Chidambaran le dirá que usted está loco, que no se ha puesto a pensar que con la devaluación el peso fiscal de la deuda se aumenta (en sólo un mes, la deuda externa de India medida en Rupias y los intereses de ella han aumentado 16.8 por ciento sin que el país haya recibido ni un dólar), lo cual le aumenta el déficit automáticamente. De igual manera, como la devaluación vuelve más caro todo lo importado, los precios de los combustibles, la electricidad, los fertilizantes y la comida y todo lo demás han aumentado, con lo cual los subsidios a estos rubros, y los déficits fiscales, han aumentado también. De hecho, las devaluaciones le están destruyendo su plan de estabilización fiscal. Haga caso omiso de su negativismo y dígale que las empresas estarán felices porque estarán más competitivas. El señor Chidambaran seguramente le pedirá que ni le hable de eso porque las empresas están furiosas, porque la inflación y sus costos están subiendo, y porque el valor de sus utilidades se está reduciendo rápidamente al medirlas en dólares, que es como todos las miden. Tercero, dígale que baje las tasas de interés. El Sr. Chidambaran puede comenzar a perder la paciencia. ?¿Qué no se da cuenta de que tengo que subirlas para que la gente no se lleve el dinero de los bancos y me los quiebre, generando una crisis financiera? ¡Las acciones, las inversiones, todo está cayendo! ¡Hemos perdido 14 mil millones de dólares de reservas desde marzo!? ?Pero no hay problema?, dígale, ?si hay crisis financiera, imprima dinero, para eso está el banco central?. Prepárese para que Chidambaran le cuelgue, gritándole: ?¿Qué no se da cuenta de que lo que la gente quiere son dólares, no Rupias, y que el problema es que tienen demasiadas Rupias para comprar dólares? ¡Si emito más Rupias, la gente va a comprar más dólares, y perderé más dólares y mis reservas se irán al tacho de la basura! ¡Entienda que en una crisis los bancos centrales no sirven de nada, porque no pueden crear dólares sino sólo Rupias, que la gente no quiere y que entonces usa para comprar más dólares y volver peor la crisis! ¡Lo que necesito es estabilizar la economía, y para eso necesito dólares, que el banco central no puede imprimir.? Ahora piense en lo que el Sr. Chidambaran enfrenta. ¿Y que no era tan fácil como soplar y hacer dinero? Quizás entonces usted comience a darse cuenta de que lo que le han dicho aquí es pura paja.

Por Manuel Hinds