?Black Friday? Maduro Observador Político R ebajas para todos los venezolanos a una semana de las elecciones municipales del 8 de diciembre. Gran feria de precios bajos en todos los artículos del hogar. Electrodomésticos a precios de me lo llevo. Grandes descuentos en carros nuevos y usados . Rebajas en alquileres de locales comerciales. Estas y otras gangas fueron anunciadas por el presidente Maduro la semana pasada, reservando las mejores ?ofertas? para el viernes 29, día conocido como ?black friday? por la tradición comercial de rebajas en Estados Unidos y en otros países. Parece broma, pero no lo es. Maduro ofreció las rebajas de manera permanente, como medida estructural, no solo para un día especial, convirtiendo así de un plumazo toda la actividad comercial de Venezuela en un interminable ?black friday?. En otras palabras, ordenó terminar por decreto la galopante inflación de su país, la más alta, sin duda, de América Latina. Entre las medidas anunciadas, no podía faltar, por supuesto, la amenaza de cárcel a los comerciantes que no acataran las rebajas decretadas por el presidente. ?Quiero ser el presidente protector de la clase media?, dijo Maduro al anunciar las rebajas. Lástima grande que al ritmo de destrucción de la economía que lleva su gobierno, en poco tiempo no habrá nada que comprar. Los
precios estarán rebajados, pero los anaqueles de los supermercados estarán vacíos y las tiendas de electrodomésticos estarán cerradas, unas por quiebra de los comerciantes y otras por allanamiento de las fuerzas armadas del régimen. Maduro puede ordenar lo que quiera, pero la economía siempre se niega a comportarse como quieren los dictadores. Lo más probable es que sus medidas tengan el efecto contrario al que pretende el gobernante. Según la ideología del socialismo del siglo XXI, por lo visto en Venezuela y en otros países, incluyendo El Salvador, la inflación en general o los precios altos de algunos bienes y servicios en particular se deben a la maldad intrínseca del capitalismo y a la naturaleza perversa y codiciosa de los empresarios que suben artificialmente los precios como práctica especulativa o como estrategia para desestabilizar al gobierno. Con tal convicción, la única solución lógica es poner en orden a los empresarios decretando regulaciones de precios, o de una vez mandarlos a la cárcel como conspiradores de una ?guerra económica?, en palabras de Maduro. El Estado puede, por supuesto, dictar controles temporales de precios en situaciones de catástrofe o de emergencia, pero hay que ser muy ignorante, como dice el destacado economista venezolano José Guerra, para pensar que la inflación se puede bajar por decreto. A los genios que gobiernan Venezuela ni se les pasa por la cabeza pensar que la inflación la han generado ellos mismos con una política monetaria y fiscal absolutamente irresponsable. Se han pasado años asfixiando, hostigando, expropiando y ahuyentando a los empresarios. Han desincentivado en todas las formas imaginables la producción, incluyendo la producción de petróleo del Estado, que ha disminuido al menos en un millón de barriles diarios en los últimos años, y ahora ponen el grito en el cielo por el desabastecimiento, buscan explicaciones absurdas a la falta de divisas, se extrañan de que haya que pagar más bolívares por cada dólar para importar insumos, y parecen no entender que esa es la razón de que suban los costos de producción y de que suban, en consecuencia, los precios de los productos. Esa es la razón fundamental de la inflación, pero hay otras razones ocasionadas también por el gobierno, especialmente por la práctica monetaria de seguir financiando con emisiones inorgánicas el déficit fiscal. Dos problemas en uno: déficit fiscal irresponsable financiado de manera irresponsable. En otras palabras imprimen dinero sin sustento para pagar los gastos del gobierno, algo que por cierto harían sin duda en El Salvador algunos amigos de Maduro si pudieran imprimir colones. El resultado de cualquier inyección artificial de dinero circulante es una elevada liquidez monetaria que también ejerce una presión inflacionaria. Desde estos parámetros, la economía de Venezuela es un desastre porque el gobierno es un desastre, y eso sin hablar de la reducción de sus reservas internacionales y del endeudamiento insostenible (más de 9,000 millones de dólares de deuda contraída solo por PDVSA, solo en 2013). Ante tal situación ha
reaccionado Nicolás Maduro, en vísperas de elecciones, acusando a los empresarios y ofreciendo rebajas populistas, en vez de adoptar medidas para incentivar la producción, reducir el déficit fiscal y estabilizar la moneda. Pero más importante que la demagogia de las medidas económicas ha sido el instrumento político empleado para decretarlas. Tanto la ?Ley para el Control de Costos, Precios y Ganancias? como la estatización del comercio exterior y las otras disposiciones de su ?régimen transitorio? han sido decretadas desde el 19 de noviembre haciendo uso de la ?Ley Habilitante? que le otorgó su bancada para que pudiera gobernar por decreto, sin pasar por la Asamblea, durante un año. El recurso a leyes habilitantes en el régimen chavista ha sido realmente deplorable. La figura de ?legislación delegada? está aceptada de manera universal en el derecho constitucional, pero una cosa es delegarle poderes especiales al gobierno por períodos cortos en emergencias nacionales y otra muy diferente es utilizar el recurso para burlar la voluntad popular y suprimir ya no solo la independencia de poderes, sino el principio de representatividad del sistema y la razón de ser de la Asamblea Nacional. Esta disposición bolivariana evoca un recurso nefasto de otro tiempo: la ?Ley para solucionar los peligros que acechan al pueblo y al Estado?, conocida también como ?Ley Habilitante?, aprobada por el Parlamento Alemán el 23 de marzo de 1933.
Esta ley otorgó a los nacional-socialistas poderes dictatoriales para perseguir opositores y estatizar la economía, habilitando a su líder, Adolfo Hitler, para aprobar leyes sin la participación del parlamento. En ese momento los diputados comunistas estaban en la cárcel sufriendo los vejámenes del fascismo. Ahora, en Venezuela y en otros países de América Latina muchos que se dicen militantes de izquierda apoyan los oprobiosos métodos fascistas del pasado. ¡Qué cosas! Por Salvador Samayoa