P La Agonía y el Éxtasis
Observador Político Por Manuel Hinds oco a poco, los que vivimos arriba de la Masferrer hemos ido vislumbrando lo que el destino nos depara en los próximos años, quizás décadas, como resultado de las alarmantes iniciativas del Ministerio de Obras Públicas del FMLN, del que no sabemos por qué Dios no nos ha amparado.
Cada vez se escucha, con mayor insistencia, que dicho Ministerio ha decidido corregir los problemas del tráfico de la Masferrer, y eso, ya conociendo los pantanos catastróficos en los que se han hundido otras partes de la ciudad, cuando el Ministerio ha tomado similares decisiones con sus vecindarios, nos va llenando con la certeza de que algo siniestro nos espera en el futuro.
El MOP, de un tajo, nos va a aislar del resto de la ciudad a través de trabazones tan espantosas que los carros no van a moverse por horas.
Este no es tiempo de negar lo que viene, de tratar de pensar que algo milagroso, como un diálogo, o algo así, va a librarnos del hacha roma que, con golpes inhumanamente violentos, corta las arterias del tráfico vehicular y sume a la ciudad entera en el caos cuando los muchachos del MOP aparecen para trabajar en serio.
Parece que los muchachos, todos, aparentemente, miembros del FMLN, todavía no han logrado comprender los conceptos básicos del control del tráfico vehicular, como el que dice que cuando se tapa una calle el tráfico se desvía a otras calles, y que si estas otras calles se tapan también, se pierde el propósito de tener calles para que la gente transite por ellas.
Mucho menos han llegado a saber que en otras partes del mundo, los ingenieros de tráfico estudian maneras de mantener el tráfico fluido antes de emprender obras como estas, y que en realidad comparan maneras alternativas de mejorar el tráfico para evitar construcciones traumáticas.
¡Qué lejos están todas estas cosas del gobierno del FMLN! Tampoco parecen haber comprendido que el tapar las calles por mucho tiempo tiene un costo económico enormemente grande.
No solo es el enorme desperdicio de gasolina.
Tampoco es sólo que el ritmo de las actividades de la ciudad, en donde se genera un porcentaje muy alto de la producción del país se enlentece.
Es que hay muchas actividades que ya no se realizan.
Todos los servicios que se proporcionan de este lado de la ciudad van a sufrir enormemente, porque la gente del otro lado de la Masferrer va a decidir que no vale la pena tratar de llegar a ellos?profesores que dan clases particulares, gimnasios, restaurantes, dentistas y médicos, supermercados, etc.
¿Qué más puede uno sentir que una profunda depresión al darse cuenta de que el resto del país se aleja irremisiblemente? Pero entonces, en el nadir de la depresión causada por la intuición de esa separación tan absoluta, surge una luz que lo ilumina todo y suena una voz interna que, modulando con una serenidad exquisita, dice: ?ellos se van a quedar del otro lado?.
Y en ese momento, la agonía de la separación absoluta se convierte en éxtasis.
En el calor de ese éxtasis, uno se da cuenta de que no hemos sido abandonados sino bendecidos, que la profundidad y la duración del tajo que el MOP va a darle a la Masferrer, para separarnos del resto de la ciudad, y del país, y del Gobierno, y del Ministerio de Salud que nunca tiene medicinas y que recluta médicos para que vayan a África a combatir el ébola porque el FMLN no sabe como combatir aquí el dengue y el chik, y del MOP mismo, que es como un colesterol agresivo que tapa todas las arterias, y de la parálisis total que aqueja a este Gobierno?uno se da cuenta que esa separación es lo mejor que nos podría llegar a pasar.
Viendo la suerte de Sitramss, es claro que la separación sería tan absoluta que el FMLN no podría evitar que nos declaráramos independientes.
Por supuesto, nos mandarían al ejército para someternos, pero los tanques y los jeeps y las tanquetas se quedarían trabados en las gigantescas congestiones que todos los días llegarán kilómetros debajo de la Masferrer.
Está claro que también nos mandarían helicópteros, pero, como sucede con todos los habitantes de países manejados por los parientes del FMLN, los usarían no para atacarnos, sino para pedir asilo al aterrizar aquí.
De hecho, uno de los problemas más serios que tendría nuestro nuevo país sería que, en las noches de lluvia, o en las sin lluvia pero sin luna, en medio de los tractores y de las obras ya quebradas antes de estar terminadas, se comenzarían a colar miles, quizás millones de salvadoreños, escapando de las iniciativas del gobierno del FMLN.
Tendríamos dos alternativas en nuestro nuevo país.
Una sería tomar los aires de país desarrollado y tratar de evitar que nuestros compatriotas se pasaran a nuestro lado.
La otra sería recibirlos con gran alegría y ayudarlos a que se instalen, hasta que todos los que ya no aguantan la incompetencia, ni comulgan con la idea de que nos conviertan en cubanos se hayan pasado de nuestro lado.
En ese momento, casi todos los salvadoreños estaríamos arriba de la Masferrer.
Y los que se hayan quedado del otro lado, tendrán que soportarse entre ellos mismos.
A ellos, quizás, no les incomodan las trabazones.
Al fin y al cabo, no hacen nada en todo el día.