Observador Político uando uno habla con los políticos uno se da cuenta de que la mayor parte de ellos piensa que la política es el producto de las interacciones de las cúpulas (formales o informales) de los distintos partidos. Algunos también incluyen como participantes en el escenario político a los diputados y otros funcionarios electos que responden a cada partido. Otros, menos en número, también incluyen a lo que ellos llaman ?las estructuras?, que son los miembros de los comités locales y sectoriales que les dan presencia nacional a sus organizaciones. Los que sólo incluyen a los de las cúpulas tienen un argumento: dicen que los diputados, los otros funcionarios electos y las estructuras son esencialmente obedientes a las cúpulas. Por supuesto, las cúpulas no están supuestas a ser soberanas. El soberano es el pueblo. Pero lo que los políticos aducen es que así es como funciona en El Salvador. En una democracia plena, los partidos saben que tienen que responder no a los deseos de algún grupo de señores que nunca ha sido electo sino a la voluntad de los electores. Si no lo hacen, pierden las elecciones, y desaparecen como cúpulas, como estructuras y como partidos. En una democracia real, la política de palacio, la que llaman política aquí, sólo es un reflejo de la verdadera que se da con los electores. De cuando en cuando hay líderes que se saltan a las cúpulas para dirigirse directamente al pueblo e influir en éste directamente. Sólo estos pueden llamarse líderes. Los otros, los que sólo miran a las cúpulas, son burócratas de la política. Como buenos burócratas, lo que quieren es la seguridad de sus puestos. Levantan la mano y ya. Piensan que sus jefes son las cúpulas, no el pueblo, y obedecen a ellas. Jamás se atreven a pensar por sí mismos. Por supuesto, un burócrata político que basa su poder en que conoce a otros políticos está en una categoría muy inferior a la de uno que lo basa en su contacto con el pueblo mismo. Como es muy espinoso ejemplificar la diferenciación entre líderes y burócratas de la política con gente viva-todos los políticos se consideran líderes y se pueden ofender al no verse en la lista de ellos-podemos examinar quienes han sido líderes entre los que ya han fallecido. Yo puedo ver tres en la historia reciente. Uno es Shafick Handal, que fue una figura central en la fundación del FMLN, primero como organización guerrillera y luego como partido político. Otro es Napoleón Duarte, que abrió la puerta para la democracia en su valiente lucha contra los regímenes militares. El tercero fue el Mayor Roberto D?Aubuisson, que estructuró la oposición contra el comunismo dentro de un esquema democrático. No es una exageración decir que estos líderes forjaron el país de ahora. Usted puede estar de acuerdo o no con las ideas de estos políticos o con lo que hicieron. Pero esto no es el punto que estamos discutiendo. El punto es que lograron cambiar el país porque hicieron política no en el palacio sino interactuando con los electores. No eran sacadores. No eran mensajeros. No es que tenían amigos o socios en uno o varios de los bandos. Eran líderes. Estos líderes dejaron sus legados hace varias décadas. Las circunstancias han cambiado muchísimo desde esos tiempos. Ciertamente que hay en ese legado cosas permanentes-la constitución, el compromiso de nunca más volver a buscar objetivos políticos por la violencia, la búsqueda del imperio de la ley. Pero hay muchas cosas que se han pervertido en el camino, o que ya no aplican. En el proceso, el país se ha ido a la deriva porque, perdidos en las luchas de palacio, los políticos no le prestan ninguna atención a los intereses nacionales. Esto no es lo que la gente quiere. El electorado no quiere más burócratas políticos sino líderes que midan su éxito no porque les caen bien a las cúpulas sino porque sirven al pueblo.
El liderazgo
y la política C Por Manuel Hinds