Francisco Flores y el debido proceso L os derechos fundamentales de Francisco Flores están siendo violados y nadie dice nada, exceptuando a sus abogados defensores.
Eso es perverso no sólo en términos humanitarios sino también en términos de los principios fundamentales del régimen democrático basado en los derechos individuales que nuestra Constitución establece y que crea el único camino viable para nuestro desarrollo hacia una sociedad justa y progresista.
Los derechos humanos del expresidente están siendo violados en tres dimensiones.
Primero, se le ha mantenido prisionero en condiciones que están amenazando gravemente su salud.
Sólo habiéndosele permitido caminar afuera de la celda cinco veces en los meses que tiene de estar en una bartolina de la policía, ha desarrollado al menos un coágulo en una vena que, si se desprende, puede causarle la muerte súbita. Segundo, el expresidente, que como cualquier ser humano que vive en este país tiene derecho a no ser condenado sin haber sido vencido en juicio, ha sido condenado hace ya mucho tiempo en dos juicios que no son legítimos en una sociedad que pretende ser civilizada: en un juicio mediático, conducido con gasto de enormes cantidades de dinero, y un juicio altamente politizado en la Asamblea Legislativa, que no tenía ni tiene ninguna facultad para realizarlo.
Entre estos dos juicios, eficientemente coordinados, el gobierno y su partido realizaron un asesinato del carácter del expresidente por razones claramente políticas y por otras que, no siendo políticas, no tienen nada que ver con la justicia, sino más bien con lo que se percibe como venganzas personales.
Tercero, como parte de esa ilegítima condena extrajudicial, que la ley explícitamente trata de prevenir con procedimientos contra la prevalencia de prejuicios en el público y en los funcionarios del Ejecutivo y del Órgano Judicial, el expresidente ha sido tratado de una forma gruesamente humillante, conduciéndolo de un lugar a otro cuando tiene que ser llevado a otra parte con grandes aspavientos de seguridad.
Todo esto suma para convertir el proceso contra Francisco Flores en un juicio-show realizado para condenarlo antes de que sea juzgado judicialmente. Esta es una perversión de la justicia.
Francisco Flores tiene derecho a que se le juzgue en debido proceso, con respeto a su condición de ciudadano.
Lo que se le está haciendo no sólo está violando sus derechos. Se está preparando el camino para que el gobierno y el FMLN se los violen a los que quieran apartar de su paso. Los juicios-show han sido un instrumento de intimidación muy usado por los comunistas desde la época del Gran Terror, las purgas del Partido Comunista llevadas a cabo en los Años Treinta, cuando Stalin decidió eliminar a los comunistas, a los que no les tenía confianza.
El Decimoséptimo Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética se reunió en enero de 1934 con 1966 delegados.
Cinco años después, la maquinaria del terror había matado a 1,108 de ellos, incluyendo los más importantes, que fueron eliminados en juicios-show que abrieron el camino para matar a los demás.
Luego la maquinaria comunista mató a tres de cinco mariscales de campo, 15 de los 16 comandantes de división y un tercio de los comisarios regimentales, además de ocho de los nueve almirantes.
Y luego a 700,000 miembros del Partido Comunista, sumando así al total de 20 millones que el régimen mató en toda su historia.
Las víctimas del Gran Terror se fueron a sus tumbas en un frenesí de auto-preservación.
Cada uno pensó que podía salvarse del torbellino asesino si sólo se lograban congraciar con los verdugos comunistas.
En los mejores casos, mantuvieron un silencio criminal al ver lo que estaba pasando.
En otros, denunciaron a sus amigos, a sus colegas y a sus familias. El mariscal Tukhachevsky, uno de los más altos oficiales asesinados en la orgía del Gran Terror, pasó un juicio terrible sobre los magistrados que lo estaban condenando a muerte en uno de los juicios-show:
?Ver esto y seguir callado es un crimen.
Y por todos estos años en los que hemos visto y hemos permanecido callados, ustedes y yo y todos nosotros merecemos que nos fusilen?.
Por Manuel Hinds Observador Político