El Dólar Salvadoreño

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01 February 2015

El Dólar Salvadoreño Un amigo me refirió un artículo aparecido en el blog del Ing. Pedro Roque con el nombre de esta nota.

En él, el autor plantea dos temas.

Primero, la existencia de lo que él llama el dólar salvadoreño-la convivencia de precios distintos en El Salvador y Estados Unidos a pesar de que se usa el mismo dólar aquí y allá.

Segundo, la sensación que él tiene de que los precios aquí son más altos que allá.

Eso lo atribuye él al dólar mismo, pensando que ?el dólar salvadoreño? encarece las cosas.

La idea de que la diferencia de precios es atribuible a este ?dólar salvadoreño? es poco sostenible porque el dólar que circula aquí es exactamente igual que el que circula allá, y muchos de ellos circulan aquí y allá, y, como él mismo puede testificar, el hecho de pagar algo en Estados Unidos con dólares que han circulado aquí-sea en forma de billete, o de tarjeta de crédito o de transferencia bancaria-no encarece las cosas para el que paga con ellos cosas compradas en Estados Unidos, y tampoco los dólares que han circulado allá vuelven más baratas las cosas para los que los usan aquí.

El dólar usado en dos partes distintas no encarece ni abarata nada.

El que los precios traducidos a dólares sean más altos o más bajos en algún lugar obedece a muchas otras cosas.

De hecho, pasa en los Estados Unidos mismos.

Los precios en, digamos, Duluth, Minnesota, son diferentes a los precios en Boston, y los de Miami son bastante diferentes a los de Nueva York.

Y eso no significa que haya un dólar en Duluth diferente del de Detroit, ni que el dólar norteamericano suba y baje los precios de acuerdo a la localización geográfica o el clima. No es el billete que se usa sino las condiciones económicas de cada localización lo que determina los precios de las cosas y su relación con los precios en otros lados-el hecho que las cosas necesiten transporte para ser vendidas en cada lugar, el volumen de dinero que entra a ellos de otras partes, el flujo de personas que los visita y el volumen de dinero que gastan, los impuestos que se pagan, la existencia o no de competencia efectiva, la disponibilidad de trabajadores eficientes, el tamaño del mercado que permite o no economías de escala, la estructura de las ventas al por mayor y por menor, etc., etc.

Con respecto al segundo punto, que la vida es más cara aquí, el Ing. Roque ofrece tres piezas de evidencia. Hay dos que no tienen verdadera relación con el tema.

Una de éstas es que él encontró que aquí valen los mismo las verduras en el mercado que en el supermercado y que cuando él protestó la señora del mercado le dijo que si la sentía cara que no la comprara. El sentido de esta evidencia es vago, ya que puede verse como prueba de que hay verdadera competencia (produce los mismos precios en todas partes, que es lo que por lo que el Ing. Pedro Roque está protestando que no pasa).

En todo caso, es aparente que la señora hubiera tenido la misma actitud (?si le parecen caras no las compre?) si hubiera estado vendiendo en yenes japoneses o coronas suecas.

Una segunda evidencia que él presenta es que las cosas que tienen contenido de petróleo no han bajado de precio a pesar de que el petróleo ha bajado.

Eso no tiene nada que ver con la moneda.

Está pasando en todo el mundo porque la trasmisión de la caída de precios es larga en cualquier moneda.

La caída del petróleo ya causó caídas en la gasolina pero todavía no en las iPad, que usan petróleo en su transporte y en sus plásticos, y quizás nunca lo causen.

La tercera evidencia es que en Houston se comió una ensalada por 4.50 dólares en un restaurante mexicano, mientras que aquí la mitad de esa ensalada vale 7.50, o sea que la ensalada completa vale 15 dólares.

La cuarta evidencia es que su familia que vive en Estados Unidos gasta menos en el supermercado que su familia que vive aquí.

Es poco frecuente encontrar una ensalada de 15 dólares en El Salvador, incluso en restaurantes de gran lujo.

A estos precios, es dudoso pensar que pudiera haber demanda masiva por lechugas, tomates y otras verduras que conforman una ensalada, ya que una ensalada diaria por persona en una familia de cinco miembros valdría 2,250 dólares al mes, que sólo unas cuantas familias podrían costear en este país.

Casi nadie comería ensaladas ni sus componentes vegetales.

Pero, más generalmente, el problema es que no pueden sacarse conclusiones sobre el costo de la vida en un país basado en el precio de una ensalada en un cierto restaurante o las cuentas de un supermercado.

Hay miles de otros precios importantes para determinar el costo promedio de la vida en un país o en una ciudad.

La existencia de distintos precios en distintos lugares ya ha sido notada hace muchísimo tiempo en las ciencias económicas.

Existen datos sobre estas diferencias, calculadas sobre todos los precios en distintos lugares.

El ajuste se hace con un indicador llamado PPP por las siglas en inglés de Paridad del Poder de Compra, que, como su nombre lo indica, ajusta las diferencias de lo que un dólar puede comprar en distintos lugares.

Los cálculos más usados para estimar cuanto valen las cosas en cada lugar son los que publican el Banco Mundial.

FUENTE: World DataBank, Banco Mundial.

Como se muestra en la gráfica 1, tomados en su totalidad los precios en El Salvador son apenas el 49 por ciento de los precios en Estados Unidos.

Son, además, los segundos más baratos en Centro América y están muy por debajo de los precios promedio en la América Latina.

En la gráfica 2 puede verse que ese promedio es 21 por ciento más alto que en El Salvador.

En Costa Rica los precios son 48 por ciento más altos.

En Panamá, que usa los mismos dólares, son 15 por ciento más altos que en El Salvador pero son 44 por ciento más bajos que en Estados Unidos.

FUENTE: World DataBank, Banco Mundial.

Es cierto, pues, que las mismas cosas pueden tener diferentes precios en diferentes lugares.

Eso, sin embargo, no depende de la moneda sino de miles de otros factores.

Y, en las medidas más comprehensivas de las diferencias de precios, El Salvador resulta siendo bastante más barato que el promedio de América Latina. Manuel Hinds