Hay pocas cosas que son tan universalmente icónicas como una blanca Navidad. Los copos de nieve son algo que, independientemente de donde se celebre esta fiesta, forman parte del arsenal de ornamentos que se utiliza para las decoraciones alusivas a la época. En El Salvador, por ejemplo, a pesar de que en nuestro país jamás ha nevado, es fácil encontrar adornos que simulan o representan nieve en los centros comerciales, parques y hogares decorados para celebrar la Navidad. Algunas personas hasta estilan las ventanas, fachadas o jardines de sus casas con nieve artificial.
En los países en los que el clima es frío y existe una posibilidad real de que caiga nieve, además de su presencia en los adornos, todos los niños (y muchos adultos) desean con ansias que la Navidad venga acompañada de nieve. Es mágico ver cómo niños y niñas saltan de alegría y los ojos de hombres y mujeres se llenan de agradecimiento y nostalgia, cuando descubren los primeros copos de nieve que se deslizan lentamente por el aire y caen en el suelo, poco a poco formando una alfombra.
La blanca Navidad representa una escena ideal. Por diferentes razones, se ha convertido en la imagen que le viene a la mente de personas alrededor del mundo cuando se habla de la época. Sin embargo, también hay cosas que, dependiendo de las costumbres del país y el hogar en el que cada uno ha vivido, se asocian con la Navidad. Los salvadoreños, por ejemplo, sabemos que en esta época lo tradicional son los panes con chumpe, el arroz capeado y el escabeche.
Lastimosamente, así como en el país vemos una blanca Navidad como un escenario ideal, pero distante e imposible (y reconocemos una realidad distinta para nuestras celebraciones), también vemos las exigencias que la ciudadanía hace a los políticos y funcionarios públicos en otros países como algo poco probable en El Salvador. Sabemos que la situación ideal debiese ser que los ciudadanos estén empoderados, tanto que los políticos y funcionarios idóneos lleguen a los puestos críticos, pero sabemos que nuestra realidad actual es diferente. Estamos conscientes de que, ahora en El Salvador, los funcionarios y políticos tienen el cinismo de insultar la inteligencia de los salvadoreños cuantas veces quieran y tratarlos como trapeador.
Vemos como algo ideal, pero distante que los funcionarios criollos renuncien a sus puestos cuando son involucrados en situaciones comprometedoras o cuando son investigados por su presunta participación en la comisión de delitos. Similarmente, sabemos que lo ideal sería que los candidatos que están compitiendo para convertirse en diputados y alcaldes lo hicieran con propuestas innovadoras, inteligentes, creativas y prometedoras, pero reconocemos que nos toca escoger entre el menor de los males. Esto no debiese ser así.
Los salvadoreños estamos secuestrados por una dinámica política en la que el ciudadano común y corriente ha cedido el poder a los partidos y malos políticos. Sin embargo, esto es algo que podemos cambiar. Hay ya mucha gente que está trabajando para revertir nuestra situación. Durante los últimos años han surgido varios movimientos ciudadanos que buscan informar a los ciudadanos y ofrecer una plataforma para que su voz opaque a la de los malos políticos, a la de los falsos mesías, a la de los funcionarios mentirosos y abusivos.
Es imposible esconder la emoción que despierta escuchar a los salvadoreños responsables y comprometidos que están al frente de estos movimientos.
Gracias a su trabajo estoy seguro de que en El Salvador alcanzaremos nuestra “blanca Navidad”. Apoyemos a esas voces valientes que nos tienden la mano para sacarnos de la debilitada posición en la que estamos los ciudadanos.
Necesitamos trabajar juntos para cambiar la situación.
*Criminólogo.
@_carlos_ponce