Intermedio por la Natividad

Dos mil dieciocho será un año decisivo para la República. Hay que enfrentar desde ya los malos presagios del futuro inmediato, pues mientras algunos trabajan en la sombra, los defensores del Estado de Derecho nos estamos durmiendo.

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Por Elizabeth Castro

23 December 2017

De pronto, después de dos mil diecisiete años del Nacimiento de Jesús, nuestras ciudades se han vestido de colores. ¡Ha llegado diciembre y sus maravillas! ¡Por doquier brillan luces amarillas, doradas, rojas, verdes, azules y plateadas! Árboles cubiertos de nieve del trópico (¡!) han brotado en calles y paseos, y trineos luminosos tirados por renos de nariz colorada, transportan a San Nicolás de Bari, hoy convertido en Papá Noel, mejor conocido como Santa Claus.

“La revolución por medio de la cual pasaron las más nobles porciones de la humanidad, de las antiguas religiones comprendidas bajo el vago nombre de paganismo —dice Ernesto Renán— a una religión fundada sobre la unidad divina, la Trinidad y la encarnación del Hijo de Dios, es el acontecimiento capital en la historia del mundo” (Vida de Jesús). Han pasado muchos siglos y otros tanto pasarán pero la luz que nació del pesebre sigue brillando con igual resplandor.

Olvidemos, por hoy, las armas oxidadas en un paréntesis de Navidad. Es tiempo de reflexión y de alegría, de sanos propósitos, para avanzar un poco más contra los más fieros obstáculos, en la gran caravana de la vida.

Sus abuelos les habrán contado, queridos jóvenes, que en varios aspectos, las celebraciones del pasado eran distintas: menos luces, más petardos, Misa del Gallo a medianoche seguida de una cena en la que reinaba el infaltable pavo adobado con mole poblano. Y al día siguiente, la sorpresa de los regalos al pie de la cama traídos en persona nada menos que por el Niño Dios.

Las costumbres han cambiado y en la era del posmodernismo y la tecnología de punta seguirán cambiando en un futuro que ya es presente. ¿Serán androides los pastores? ¿Serán robots la mula y el buey? ¿Arribarán los Reyes Magos no en jadeantes camellos sino en proyectiles nucleares de última generación? No importa. Lo que no cambiará es la adoración por el Mesías pues es consustancial para la mayoría del género humano la sed de trascendencia, el impulso a lo sobrenatural, su anhelo de eternidad, el élan vital, el centro espiritual inextinguible, en fin, que aunque algunos lo nieguen, identifican al homo sapiens y lo distingue de otros seres.

Nadie reflejó tan bien el espíritu de la Navidad como O´Henry (William Sydney Porter) el gran escritor estadounidense con un cuento enternecedor: un joven prendado de su amada vende el brazalete de su reloj para comprar una diadema que luzca en el precioso cabello de su novia; simultáneamente, la novia se corta y vende su espléndida cabellera para comprar un brazalete para el reloj de su amado. ¡Sorpresa! A la hora del intercambio de regalos no solo hay asombro sino el más íntimo fortalecimiento del amor profundo del uno por el otro, acentuado por la conmovedora circunstancia de una romántica paradoja.

¿Cómo será el mundo del incierto futuro? “¿Renacerá otra vez la grande originalidad —vuelvo a Renán— o se contentará el mundo en adelante con seguir marchando por las vías que trazaron los audaces creadores de las antiguas edades? Lo ignoramos. Pero cualesquiera que sean los fenómenos que se produzcan en el porvenir, nadie sobrepujará a Jesús. Su culto se renovará incesantemente; Su leyenda provocará lágrimas sin cuento; Su martirio eternizará los mejores corazones; y todos los siglos proclamarán que entre los hijos de los hombres no ha nacido ninguno que pueda comparársele”.

Disfrutemos, pues, el espíritu de la Navidad y exclamemos, con más ahínco que otras veces, el rutinario deseo de un feliz y próspero año nuevo, dadas las tormentas que se divisan en el horizonte. Dos mil dieciocho será un año decisivo para la República. Hay que enfrentar desde ya los malos presagios del futuro inmediato, pues mientras algunos trabajan en la sombra, los defensores del Estado de Derecho nos estamos durmiendo, excepto los precandidatos a la presidencia de la República que se reparten alegremente el pastel antes de tiempo. El próximo año la sociedad civil tendrá trabajo. Y es necesario planificarlo con tiempo para que nuestra Patria no caiga en las fauces del totalitarismo y el horror. Mientras tanto, es hora de un respiro navideño ¡Que viva El Salvador! Ni un paso atrás, ni siquiera para tomar impulso.

¡Felices Pascuas!

*Columnista de El Diario de Hoy.