El relativismo: la dictadura contemporánea

Dicha postura cultural afirma que no existe una verdad absoluta, válida para todos los seres humanos, sino que la verdad se construye en cada época de la historia: no existe la verdad definitiva sobre el hombre, sino que el hombre es lo que cada uno opina, aquí y ahora.

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21 April 2017

El pasado 16 de abril, coincidente con el Domingo de Resurrección, cumplió 90 años nuestro Papa Emérito Benedicto XVI. Particularmente me llenó de emoción, dado que tengo especial cariño y devoción por este sabio pastor. Por eso mismo me produce enorme tristeza el que un hombre de Dios, con tantísimos méritos, cuyo legado —mediante su infinidad de libros y escritos— es invaluable para la humanidad y para la Iglesia Católica, sea tan injustamente tratado no solo por los medios de comunicación, siempre ávidos de amarillismo, sino también, desgraciadamente, por algunos de sus “hermanos” en la fe quienes, si hubiesen podido, gustosamente se habrían comportado como lo hicieron los hijos de Abrahán con su hermano José. Todo porque Ratzinger, sacerdote, obispo, cardenal y Papa, habló con la verdad y exigió que se practicara tal como el mismo Jesús lo estableció.

Benedicto XVI señaló, permanentemente, que el mal de nuestro siglo es el relativismo, llegando a llamarlo “una dictadura”. Y lo hizo, nada menos, que en la homilía que pronunció como Cardenal Ratzinger en la apertura del Cónclave en el que se elegiría al sucesor de Juan Pablo II. Y, aunque entonces fue elegido Papa, para algunos analistas —dice el Pbro. Luis Fernando Valdés López— esa homilía habría significado su descalificación, “ya que esa postura era demasiado rígida y poco atenta a la sensibilidad del mundo de hoy”.

Explica Valdés López que la conmoción fue debido a que el relativismo está fuertemente arraigado en nuestra mentalidad contemporánea. Dicha postura cultural afirma que no existe una verdad absoluta, válida para todos los seres humanos, sino que la verdad se construye en cada época de la historia: no existe la verdad definitiva sobre el hombre, sino que el hombre es lo que cada uno opina, aquí y ahora.

La denuncia del relativismo no era nueva en Ratzinger. Cuenta el catedrático Guillermo Escobar, colombiano, que el futuro Papa había sido profesor titular de la Universidad de Bonn pero debió renunciar, acosado por los jóvenes rebeldes que participaban en la revolución iniciada en mayo de 1968 en París. Debatió abiertamente con Daniel “el Rojo”, líder de los insurrectos, que estudiaba en Francia pero era alemán. Fue entonces cuando, en los muros de París, los estudiantes escribieron la célebre frase “Prohibido prohibir” y Ratzinger, educado en la doctrina profunda de la Iglesia, reaccionó de inmediato. Dijo en sus charlas universitarias que el nuevo enemigo de la civilización cristiana occidental era el relativismo, que todo lo tolera. “Si nada está prohibido, entonces el pecado no existe”. Y estamos viviendo las graves consecuencias de semejante dictadura.

¡Cuánta falta hace la voz, suave y dulce, de Benedicto XVI, recordándonos que sí existe el bien, que también existe el mal y que nuestro deber es saber diferenciarlos para escoger el bien por encima del mal! Que hay principios y verdades irrenunciables, que debemos someternos a ellas y defenderlas, aunque la opinión general y las simpatías estén en contra; que porque algunas cosas sean aprobadas por la ley, no por ser “legales” son buenas, y nos corresponde levantar nuestra voz y oponernos a ellas.

Benedicto XVI está ahora voluntariamente retirado, pero sus enseñanzas, sabias y prolíficas, están al alcance de todos aquellos que quieran leer sus libros y escritos. Dios le bendiga y lo guarde por muchos años más.

*Columnista de El Diario de Hoy.