Existe preocupación mundial por los tambores de guerra que suenan, con riesgo inminente de una Tercera Guerra Mundial (3ªGM). Diferencias tajantes enfrentan a Moscú y Washington en torno a Siria. Trump aduce “no tener absolutamente ninguna duda” de hacer lo correcto al haber atacado la base aérea siria en la ciudad de Homs, en represalia al ataque químico atribuido al régimen de Bashar Al Asad.
El Canciller ruso, Serguei Lavrov, ha enviado a su homólogo estadounidense, Rex Tillerson, un mensaje claro en la reunión que sostuvieron en Moscú: no más ataques al régimen de Bashar Al Asad. La fractura entre Rusia y las potencias occidentales sobre Siria vivió su enésimo capítulo en la ONU con el veto de Moscú a una resolución sobre el ataque químico en Siria.
Por otra parte, el ejército estadounidense está reforzando sus capacidades militares frente a Corea del Norte. A través de sus tweets y otras señales, Trump afirma que el conflicto va en serio, afirmación que se concretó con el desvío del destructor Carl Vinson hacia la península coreana.
Además, Trump está enviando un mensaje claro a China: ejerza su influencia diplomática sobre Kim Jong-Un, o Estados Unidos usará coerción. El objetivo estratégico de Trump: que Jong-Un suspenda su programa intercontinental de misiles balísticos. La última noticia ha sido la prueba fallida del lanzamiento de misil que ha sido una vergüenza internacional al régimen, y aparentemente el lanzamiento de la “la madre de todas las bombas” en Afganistán intimidó al muchacho dictador, al punto de no atreverse a ejecutar pruebas nucleares suicidas. ¡El mensaje se tomó en serio!
Volviendo a las prioridades rusas, éstas se orientan a otros menesteres; por ejemplo, Rusia todavía le distrae el apoyo que da a los Balcanes. Y hoy, a medida que las divisiones de la Unión Europea se profundizan y la incertidumbre prevalece en la OTAN, Moscú ha vuelto a centrar su atención en esta región. La estabilidad de los Balcanes ha sido este año un tema tan candente en las reuniones del presidente ruso, Vladimir Putin, con el Consejo de Seguridad del Kremlin, al grado que el jefe del Consejo ha salido al paso afirmando que es tema de prioridad para Moscú.
Pero el principal problema interno de Rusia son las evoluciones en tecnología, cultura y costumbres sociales experimentadas; por lo cual los asuntos mundiales se enfrentan a un abismo entre jóvenes y viejos, por lo cual las generaciones no pueden consensuar. A partir de este año, la demografía nos dice que el 27 % de los rusos nacieron después de la caída de la Unión Soviética y ese número va a saltar a casi el 40 % en la próxima década. Todo esto sin considerar las enormes dificultades económicas y fiscales que afrontará esta población.
La nueva generación de rusos no fue soviética. La mayoría son demasiado jóvenes para recordar los tumultuosos años noventa, una década de guerra, crisis financiera y desorden político. A diferencia de las generaciones mayores, ésta no recuerda las promesas del presidente Putin de salvar a Rusia, ni las medidas que tomó para estabilizar el país después de su colapso postsoviético. De hecho, nunca han conocido la vida sin él. Para Putin, la situación plantea un desafío grande y desconocido.
La 3ªGM se ha reducido a quien enseña con más furia sus dientes. Ahora Rusia afirma que es dueña del “papá de todas las bombas”.
Los tambores escuchados de 3ªGM quedan reducidos a cruentas guerras disputadas en varios frentes: Siria, Corea del Norte, Yemen y Afganistán. Ataques terroristas a civiles en países europeos. ¿Tendrá Rusia capacidad para enfrentar guerras locales de forma simultánea?
*Columnista de El Diario de Hoy.