Semana Santa a la romana

Como Dickens, quien visita Roma durante la Semana Santa se encontrará las calles, museos y rincones de la ciudad colmados de peregrinos y de turistas, mucho más que en otra época del año.

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15 April 2017

Charles Dickens, en su libro Estampas de Italia, relata su viaje realizado a ese país en 1844, a través de personajes de lo cotidiano, de simpáticas historias y curiosas anécdotas. Impactado por el mundo latino, el inglés no pierde la oportunidad para ironizar sobre cómo se vive allí, describiendo “olores desconocidos”, “montones de basura” tirados por las estrechas calles y un “desorden arquitectónico” que le genera curiosa fascinación.

Tras un largo recorrido por la península, Dickens llega a Roma poco antes de la Cuaresma y permanece hasta después de la Semana Santa.

Al escritor le sorprenden las iglesias de la urbe, aunque no lo hacen especialmente sus esculturas -demasiadas de mártires y de los primeros santos cristianos para su gusto-. Le parecen exageradas, al igual que las manifestaciones de piedad popular y el gran número de peregrinos que inundan las empedradas calles.

A pesar de que no comparto el juicio crítico de Dickens generalizado sobre la piedad del pueblo, considero valioso su aporte, pues llega a nosotros el testimonio escrito, y muy rico, de un extranjero que entra en contacto con una realidad muy distinta a la suya. Sobre todo, nos damos cuenta de que 173 años después, el ambiente de la Semana Santa en Roma no ha cambiado considerablemente.

Tuve la fortuna de vivir seis “Semanas mayores” en la Ciudad eterna, dos de ellas cuando Benedicto XVI era Papa; las demás con Francisco.

“¿Cambió mucho la Semana Santa en el Vaticano con el Papa actual, comparándola con Benedicto?”, me preguntó un amigo. Con la fama de “revolucionario” que algunos medios han hecho al pontífice argentino, podríamos creer que sí, pero en realidad se trata solo de detalles. La solemnidad en la liturgia es la misma, pues el Misterio pascual (pasión, muerte y resurrección de Cristo) siempre ha ocupado y ocupará un lugar central en la fe católica.

Como Dickens, quien visita Roma durante la Semana Santa se encontrará las calles, museos y rincones de la ciudad colmados de peregrinos y de turistas, mucho más que en otra época del año. Resulta incómodo caminar por las plazas y desplazarse de un lado a otro entre multitudes sedientas y golpeadas por el incipiente calor. El transporte público colapsa, varios restaurantes “despachan” a los clientes para satisfacer la alta demanda y visitar lugares de interés requiere de especial paciencia para soportar las largas colas.

Probablemente esta situación se ha “agravado” debido al “Efecto Francisco”, como algunos llaman al atractivo del Papa, pues ha generado un aumento en el número de personas (creyentes, curiosos o simples espectadores) que asisten a las celebraciones y actividades papales.

Las posibilidades de asistir a eventos con el Papa son altas. Las entradas se pueden gestionar gratuitamente a través del sitio web del Vaticano. Y si no se han conseguido, no hay de qué preocuparse: siempre habrá alguna monja bondadosa en las afueras de San Pedro, que no se sabe cómo, tiene un fajo de billetes para regalar.

Si hay que escoger entre uno de los Oficios, la más bella ceremonia es la Vigilia Pascual. El paso de la más profunda oscuridad que inunda la Basílica de San Pedro, a la luz, junto con los cánticos del coro, elevan el espíritu. Claro, todo tiene un costo: hacer fila desde las 3:00 p.m. para ingresar a la iglesia a las 6:00 p.m., pasando al menos 3 controles de seguridad. Afortunadamente el ambiente de espera es ameno y alegre, y permite conocer a nuevas personas sin que uno se lo proponga.

Vale la pena también ir a la audiencia del Miércoles Santo. Allí quedan en evidencia los variadísimos grupos que visitan por la ocasión. Bastan dos palabras del Papa en saludo a alguno de los peregrinos para que estallen en gritos y aplausos.

¿Y qué lugares visitar? Roma es inagotable. Considerando la época, no se debe dejar de ir a la Scala Santa, que sube la gente de rodillas como penitencia; Santa Croce in Gerusalemme, donde se encuentran reliquias de la Cruz, los clavos y parte de la corona de espinas; y alguna de las catacumbas, como las de San Calixto.

Una Semana santa en Roma es una experiencia que vale la pena vivir.

*Periodista. jaime.oriani@eldiariodehoy.com