En los seminarios que trato el tema de cómo y por qué nos comportamos como lo hacemos, insisto en que las personas somos “un cúmulo de sentimientos y resentimientos”, que se basan en las verdades supuestas o reales, en las que creemos, valoramos, orientan nuestras actitudes y en consonancia con este proceso, nos comportamos. Y en algunas ocasiones nos damos cuenta de que tenemos que reflexionar para entender por qué tuvimos un comportamiento negativo inesperado. Lo que creo que debemos tener bastante claro es el balance entre los sentimientos y los resentimientos, asumiendo que los sentimientos se refieren a lo normal y bueno que nos orienta hacia lo positivo, y los resentimientos son los sentimientos negativos en los que culpamos a otros de las cosas con las que no estamos de acuerdo, o que no nos gustan.
Como el tiempo pasa para todos y cada uno tiene su historia, su presente y mientras siga aquí su propio futuro, lo que nos sucede en el presente y nuestra proyección hacia el entorno está contaminada con el resultado del balance entre los sentimientos y resentimientos. La gente que tiene más buenos sentimientos es fácilmente predecible y orientada hacia lo bueno y la gente que su visión está contaminada con resentimientos es impredecible, se orienta más a culpar a otros de su condición y se siente víctima del entorno y de la gente que los aprecia y quiere.
Hoy, Domingo de Resurrección, no sé exactamente hace cuántas semanas sucedió el milagro único e irrepetible, que Jesús después de haber sido traicionado, apresado, juzgado, ofendido, golpeado, llevado la cruz sobre los hombros en la que lo crucificaron, perdonara a todos porque no sabían lo que hacían, murió, lo bajaron de la cruz, lo llevaron a la tumba y después de tres días como dice el Credo... ¡Resucitó de entre los muertos!
Y en este Martes Santo pensando en este artículo me propuse hacer un balance similar al de activos y pasivos, pero de mis sentimientos y resentimientos. Y me alegra, porque al ir recorriendo mentalmente las situaciones con las que me relaciono y tal como lo expresó el pensador José Ortega y Gasset, son parte de mis circunstancias, son manejables, incluso en este entorno de pasividad económica. Tenemos ilusiones y proyectos que poner en marcha, trabajando sin la contaminación del negativismo… Y en relación a las personas, independientemente de los disgustos cotidianos, siento que también son gente con más buenos sentimientos que resentimientos.
Pero si alguien, al hacer su balance le aparecen más resentimientos que buenos sentimientos, sin darse cuenta, está corriendo el riesgo de que su forma de pensar y actuar se oriente más a la crítica continua, buscar culpables para todo, enfatizar lo negativo de las cosas, sentirse víctima del entorno y esté quizás teniendo algunas actitudes negativas que más pronto que tarde tendrá que retractarse. Pues para el caso del negativismo que tiene su fundamento en los resentimientos, les propongo el “Resurgimiento”... Haga una “limpia” de sus resentimientos, eliminándolos de su mente uno por uno, porque solo le generan malos recuerdos y actitudes negativas… Disculpe y pida disculpas y resurja enfatizando su actitud y su conducta por los buenos sentimientos y verá que, además, se sentirá bien con usted mismo, se sentirá bien en su casa y cambiando su actitud, en su trabajo le irá mejor…
*Columnista de El Diario de Hoy. pr@centrodecalidadyproductividad.com