Todos los santos cristianos cuidan su rebaño

En estas Navidades cada uno de nosotros debe reconfortarse de que sus santos, los que son supremos en el paraíso, lo ven y lo protegen desde lo alto, siempre pendientes de interceder por su alma y ser una guía para sus caminos.

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Por Mirna Navarrete

20 December 2017

Los altares de toda la cristiandad se hermosean con las flores y adornos que colocan a cada santo objeto de veneración por sus devotos.

La Virgen María y Santa Ana, San Pedro y San Pablo, San Judas Tadeo, Santa Catarina de Alejandría, San Jerónimo... todos desde sus altares irradian bondad y recuerdan los sacrificios y enseñanzas que hicieron al servicio de la Iglesia y en pro de las almas de los fieles.

Pero una cosa son los santos y otra los políticos que se hicieron con el poder dentro de la Iglesia y que con frecuencia les llevó y les lleva a excesos, crueldades y posturas antagónicas de lo que fueron las enseñanzas de Cristo y de los Apóstoles.

Es menester para los creyentes conocer, hacer un repaso histórico de las persecuciones y barbaridades que perpetraron a lo largo de los siglos en nombre de la fe, en alianza con el poder temporal, para no volver a cometer esos errores.

La Iglesia como tal inicia en tiempo de los romanos, un pueblo que alcanzó un extraordinario desarrollo y que se distinguió por la tolerancia a todas las creencias desde los seguidores de Mitras y de cultos egipcios hasta los mismos cristianos en un inicio, aunque posteriormente comenzaron a ser perseguidos por no ceder a los cultos paganos ni ver al emperador como una deidad.

Roma no tuvo una religión, pero exigía de sus ciudadanos y pueblos clientes, amigos, jurar lealtad al emperador, que era lealtad a Roma misma, a sus instituciones, sus principios, sus luchas y su glorioso destino.

Ya como religión oficial por conveniencia política de Constantino el Grande, los cristianos se cerraron en ser los dueños de la verdad absoluta y por lo mismo perseguir y exterminar a quienes se opusieran. La tolerancia que exigían para sí mismos la negaban para el resto.

En la primera batalla que tuvo lugar entre dos facciones cristianas poco después de la muerte de Constantino, más cristianos murieron que en todas las persecuciones de los emperadores contra ellos.

Y esas carnicerías entre cristianos se han dado a lo largo de la historia como las que tuvieron lugar en Francia al perseguir a los hugonotes, una secta que terminó buscando refugio en Estados Unidos.

Que Dios bendiga esta buena tierra

El poder corrompe, lo dijo Lord Acton, y el poder sin límites de los que controlaban la Iglesia en Roma les llevó a perpetrar las peores crueldades, entre ellas la de quemar vivos a “heréticos” por sostener que la Tierra giraba alrededor del Sol, como fue el caso de Giordano Bruno, y el exilio de Roma de Galileo Galilei, uno de los más brillantes pensadores científicos de todos los tiempos, inventor del telescopio, el primero que vio las lunas de Saturno y que comprobó la rotación de la Tierra observando las oscilaciones de la lámpara de la Catedral de Pisa, ahora fija. Fue una dicha para muchos de nosotros haber visto esa hermosa e histórica lámpara en sus oscilaciones, cuatrocientos años después de Galileo.

En estas Navidades cada uno de nosotros debe reconfortarse de que sus santos, los que son supremos en el paraíso, lo ven y lo protegen desde lo alto, siempre pendientes de interceder por su alma y ser una guía para sus caminos.

Esos santos pueden, y Dios así lo quiera, cuidar a los salvadoreños atribulados, perseguidos y amenazados, forjar un mejor mañana para todos en esta tierra.