A los papás de los baby boomers, les encantaba la Sonora Matancera, razón por la cual, especialmente en Semana Santa, movían la colita al ritmo de “en el mar la vida es más sabrosa, cha cha chá… en el mar te quiero mucho mááásss, con el sol, la luna y las estreeellaaasss, en el mar todo es felicidaaad”.
Seguro la inspiración de este segundo himno cubano le llegó a la Matancera allá por los años 30, mientras disfrutaban unos buenos rones y habanos en alguna playa turquesa de la Perla del Caribe.
¡Tanta razón! El mar, dicen los que saben, ofrece mayores beneficios psicológicos que otros ambientes naturales como lagos y montañas.
No hay como el sonido del reventar de las olas, especialmente cuando lo hacen, con furia, contra una roca. Qué relajante también es el grito de las parientes de Juan Sebastián, especialmente cuando disfrutan un festín de chimberas.
La brisa marina oxigena los pulmones, las gárgaras de agua salada alivian la garganta, el azul profundo nos relaja, bostezamos con el naranja intenso del amanecer, brindamos con el mismo color del atardecer, el agüita de coco calma la sed, nuestra imaginación se fusiona con el horizonte, brota la inspiración.
El mar es recuerdos de niñez, de lo sabroso que se siente la arena en los pies. Qué placer más singular un pestañazo, con las páginas de un libro alternar, echado en hamaca bajo las palmeras, su lugar.
Recuerdo cómo me encantaba garrobear, en el mar, hasta prieto, prieto quedar. Me sigue encantando una docena de ostras reventar y una Pilsener bien helada destapar. ¡¡¡¡¡¡Ahhhhhhh!!!!!!!
También me encanta echarme a contemplar la señora llena, aunque igual de espectacular es pedir deseos en noche sin luna y estrellas fugaces.
Con razón el 60 % de la humanidad vive cerca del mar; con razón desde tiempos victorianos buscamos el mar para aliviar, aunque sea temporalmente, los daños físicos y mentales que provoca el maldito estrés de la ciudad.
A diferencia de los hermanos centroamericanos, los cheros (y las cheras diría el profe), tenemos el mar a paso de perico. Y no cualquier mar, sino una costa espectacular. Ahora pedaleamos desde San Salvador hasta La Libertad, vía Sonsonate y las vistas, entre los cinco túneles, te dejan sin aliento.
Pero además de farallones besando el mar, tenemos extensas playas a los pies de semejantes volcanes, con esteros y bahías a sus espaldas.
El Salvador, tan grande como su gente, tan grande como su mar.
“Con el sol, la luna y las estreeellaaasss, en el mar todo es felicidaaad”. ¿Cierto?
Ya no tanto. Los salvadoreños nos reproducimos como cuyos, el parque vehicular, la basura, los restaurantes y hoteles costeros también, y las calles se quedaron chiquitas.
Qué lástima que a Tony Saca solo le alcanzaron las chirilucas para 4 carriles hasta Zaragoza. Le faltaron 10 km, y un bypass por el Puerto, para que en el mar sea todo felicidaaad.
Mientras tanto, algo deben hacer para que podamos circular con libertad en el Puerto de La Libertad. Como regular el ingreso y egreso de vehículos, en los parqueos del malecón, para aliviar semejante trabazón.
Urge escuchar los pitos de los gestores arreando tráfico; urge que regulen el horario de los furgones, que le quiten la licencia al busero que pare a media calle.
Como no lo hacen, para abajo, relax frustrado desde Zaragoza. Para arriba, la semejante trabazón empieza 10 km antes del Puerto, a la altura de El Sunzal.
No hay mal que por bien no venga para los vendedores de agua, empiñadas, cocos y mangos maduros en forma de flor, cura de la sed y el hambre que provoca estar horas presos en cuatro ruedas. Horas que, si se pusieran las pilas, se convertirían en minutos, y así tuviéramos más tiempo para descompresionar.
Mientras tanto, ya lo sabe. Si esta Semana Santa tiene planeado reconectar con la mar, evite circular en horas pico, ponga la basura en su lugar; si chupa, no maneje ni fume monte,; respete al ciclista y cuidado, bañistas, que hay viene el tiburón, anden con cuidado, con mucha precaución.
Mucha precaución, porque nosotros no resucitamos el próximo domingo.
*Columnista de El Diario de Hoy. calinalfaro@gmail.com