Trump: el mismo fiasco bélico

Lo que se sabe es que con sus misilazos simbólicos logró distraer el ciclo noticioso que lo estaba enterrando por la turbia relación que su campaña tuvo con hackers rusos, por el reciente fracaso legislativo de su plan para repeler y sustituir la reforma de salud de Obama.

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09 April 2017

Confieso que yo era de las que pensaba que de todas las cosas deplorables que pueden asociarse con el ahora presidente estadounidense Donald Trump, su política exterior (no la comercial, ojo) era quizás de las más rescatables. Definitivamente -- pensaba yo -- mejor que la de su excontrincante en la elección, que compartía la simpatía por la intervención militar que los predecesores de Trump y que --de nuevo, esto según mi análisis equivocado-- yo veía más entusiasta al respecto de convertir a Estados Unidos en la policía armada de los conflictos globales que a Trump.

Trump había sido inconsistente y hasta errático sobre sus posturas al respecto de la intervención militar. Pero si algo recordaba yo claramente, es que había insistido en que estaba en desacuerdo con la guerra de Iraq (si bien al principio la apoyaba) y que, en algún punto, había criticado a Obama por coquetear con una intervención militar en Siria. Este análisis era erróneo, porque la semana pasada Trump demostró tener el mismo gusto por la intervención bélica que quienes le preceden, con el agravante que su política exterior no la informa principio alguno, sino simplemente, cómo se ve desde “la óptica” política.

En Siria, el gobierno del sanguinario dictador Bashar al-Assad atacó a sus ciudadanos haciendo uso de una de las más despreciables herramientas bélicas: un ataque químico que dejó más de 70 muertos y más de 100 afectados. Sobre todo niños. Trump se dijo tan “indignado” por lo que había pasado en Siria, que sin consultarle al Congreso (en teoría, un requisito de limitación de poderes dentro del funcionamiento de las ramas de gobierno en Estados Unidos) emprendió un ataque de misiles contra una base aérea en Siria. Es incierto qué tipo de retaliación podría tener el gobierno sirio o sus aliados los rusos. Tampoco se sabe si Trump tiene un plan a largo plazo y si los misilazos (que cobraron las vidas de varios civiles en cuyo nombre supuestamente intervino) tenían valor estratégico alguno. Lo que se sabe es que con sus misilazos simbólicos logró distraer el ciclo noticioso que lo estaba enterrando por la turbia relación que su campaña tuvo con hackers rusos, por el reciente fracaso legislativo de su plan para repeler y sustituir la reforma de salud de Obama y en general, por el nepotismo con el que está manejando su gobierno, dándoles amplios poderes a su hija y a su cuñado con inexistentes mecanismos para que rindan cuentas.

Y los misilazos son claramente simbólicos y únicamente motivados por la política. Porque si realmente hubiera un interés humanitario en ayudar a las víctimas de la cruenta guerra civil en Siria, se le abrirían las puertas a los miles de refugiados intentando buscar otros destinos para salvar sus vidas y vivir en paz. Para complacer a su base antiinmigración, Trump ha pausado la entrada de refugiados y peticiones de asilo provenientes de Siria, y está luchando en las cortes por prohibir la entrada de viajeros de este país. Si los costos tributarios no son nunca un impedimento para emprender intervenciones bélicas, es curioso que lo sean (cuando serían mucho menores) para la atención y recibimiento de refugiados. Refugiados que, debido a lo que implica el proceso legal para asilarse en Estados Unidos, tendrían la obligación de trabajar y contribuir económicamente a la sociedad, siendo autosuficientes al cabo de una temporada. Trump no deja de sorprender en cuanto a que, nuevamente, el análisis inicial que muchos habíamos hecho de él estaba equivocado: es todavía mucho peor de lo que le dabamos crédito. Y sus posturas las motiva más el ego y la incompetencia que el hambre de poder.

*Lic. en Derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy. @crislopezg