Al oír y leer algunas de las opiniones y escritos de jóvenes de sexos masculino y femenino, aún publicaciones periodísticas, editoriales y otros, vislumbramos cómo se definen como partidarios de la construcción de una civilización que requiere temples recios y perseverantes, dispuestos al sacrificio e ilusionados en abrir nuevos caminos de convivencia humana y superando divisiones y materialismos opuestos. Aplaudo admirada este revelado compromiso por la edificación de la paz en la justicia y en la verdad e igualmente que quieran participar en esa fiesta de hondo compromiso con Cristo, con sus valores, con la nueva civilización de la verdad y del amor.
Con esos altos juiciosos principios de integridad y destacándose como mayoría con las gallardías que ya los distinguen, sabiéndose futuros protagonistas de un mundo juvenil que busca a Dios, he sabido que en esta vacación de Semana Santa, muchos de ellos han resuelto dedicar sus fuertes energías en la construcción de una nueva sociedad más justa y fraterna.
Para esto, decidieron participar en algunos lugares del país como misioneros, colmados de bríos propios de su edad, para ayudar a los compatriotas agobiados por carestías, desamor, desesperanzas y hacer realidad el tema del testimonio de San Juan: “Y nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él”. Esta es una fuente positiva para la vida y futuro de todo joven en esta fase de afán por la verdad, de especial responsabilidad y esperanza, del crecimiento como persona, de definición de los grandes significados, ideales y proyectos de vida, que conducen a la auténtica felicidad…!
Estos jóvenes de ambos géneros, que saben bien que las goces provenientes del hedonismo, o sensualidad libertina, son efímeras y solo dejan vacío en el alma; que conocen que es ilusorio encerrarse en la caparazón del egoísmo; que toda indiferencia y escepticismo contradice las nobles ansias de amor sin fronteras y que las tentaciones, la violencia y las ideologías que niegan a Dios llevan solo a un futuro amargado, sombrío, marchito, han dispuesto una “nueva evangelización” para rejuvenecer las raíces, la tradición, la cultura cristiana de nuestro pueblo.
San Juan Pablo II dijo “quiero invitaros a todos los jóvenes a crecer en humanidad, a poner como prioridad absoluta los valores del espíritu, a transformaros en ‘hombres nuevos’ reconociendo y aceptando cada vez más la presencia de Dios en vuestras vidas, la presencia de un Dios que es amor, que es un Padre que nos ama a cada uno desde toda la eternidad, que nos ha creado por amor y que tanto nos ha amado hasta entregar a su Hijo Unigénito para perdonar nuestros pecados, para reconciliarnos con Él, para vivir con Él una comunión de amor que no terminará jamás, a sensibilizarnos contra las flagrantes amenazas del hambre, la guerra, las escandalosas disparidades entre minorías opulentas y pueblos pobres, los atentados a los derechos del hombre y legítimas libertades, incluida la libertad religiosa, contra las actuales y potenciales manipulaciones de su dignidad. No puede haber auténtico crecimiento humano en la paz y en la justicia, en la verdad y en la libertad, si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora. Llegue también este mensaje de amistad a quienes no aceptan la fe religiosa. La caridad no transige con el error pero sale siempre al encuentro de todos para abrir caminos de conversión. Queridos jóvenes, misioneros sembradores de esperanza y constructores de paz: sed testigos del amor de Dios”.
*Columnista de El Diario de Hoy.