El domingo por la noche, muchos deseaban ver el anuncio que haría el alcalde capitalino sobre su futuro político. Alguno que otro atraso en la transmisión debido al corte de luz que afectó distintos puntos del área metropolitana (menos mal que no lo llamó un “complot” de los sectores que “están en su contra”) y listo. Nayib Bukele confirmó lo esperado: volverá a competir por la Alcaldía de San Salvador.
Digo que era lo esperado porque el alcalde ha estado prácticamente todo este tiempo muy pendiente de cuidar su imagen y de pregonar, por todo medio posible, sus obras, aun cuando sean las cosas y labores ordinarias de un edil. Hacer el trabajo para el que se le ha elegido, no es meritorio, sino su obligación.
La transmisión de su anuncio parece haber estado planeada con todo detalle. Su “look” fresco y juvenil, distante del tradicional saco y corbata del político, con la gorra hacia atrás, invitaba a la confianza. A esto se sumaron las guitarras eléctricas, el Rubik cube, un libro de He-Man, lo que parecía ser una figura de Steve Jobs y un Nintendo Switch. De esta forma, Bukele no aparenta ser el típico político aburrido, sino uno fresco y cercano a la juventud, cercano a esos jóvenes que votarán en las próximas elecciones y que están desencantados de los de siempre.
Varias veces repitió que tuvo que “sopesar muchos factores” antes de tomar una decisión y reprochó a quienes critican su gestión, calificando la crítica de política sucia y engaño.
Un servidor público que no sepa hacer frente a la crítica con argumentos y que orienta toda su maquinaria mediática para silenciar al contrario, como hemos visto en el caso de Bukele, no es más que un intolerante de poco espíritu democrático. Las distintas opiniones, por muy duras que resulten, son fundamentales en una democracia y la mantienen oxigenada.
Y si de críticas se trata, aunque Bukele haya señalado a su partido por parecerse cada vez más a ARENA, dudo de la franqueza de sus palabras. ¿Será parte del plan mediático distanciarse del FMLN, para ganar el voto indeciso o “moderado”?
Los dimes y diretes entre Nayib, Lorena Peña, Medardo González y Guillermo Mata, tras el anuncio del alcalde, huelen a show. Difícilmente Bukele logrará cambiar con sus palabras –si es que en realidad lo quiere hacer– a un partido de matriz comunista, en el que o se está alineado con la comandancia o mejor te vas. Partiendo de ese presupuesto, lo más sabio sería dejarlo y formar un instituto político que comparta sus “ideales”.
En caso sean ciertas esas pugnas y distanciamientos, por ahora al menos se necesitan mutuamente, pues el partido de gobierno no cuenta con una figura carismática y popular, mientras que Bukele, si desea ser candidato presidencial en un futuro (vox populi), requeriría del voto duro y de la territorialidad del FMLN.
Esperaría que los jóvenes no se dejen llevar por lo superfluo y evalúen a fondo la gestión del alcalde y de todos los que buscan un cargo de elección popular, independientemente del partido que sean, para tomar una buena decisión.
En el caso de Bukele, obras las hay, pero, ¿a qué costo? Basta que veamos el gasto en publicidad (mupis, vallas, elaboración de spots y precio de tiempo en televisión) y el ostentoso precio que pagamos los capitalinos por un mercado que no ha resuelto el problema de las ventas informales, aunque sea muy bonito y moderno. Sumemos la discrecionalidad y poca transparencia en el proyecto de rescate del Centro Histórico y en la licitación del sistema de videovigilancia para San Salvador.
Los “mesías políticos” son peligrosos. Con sus encantos y shows, adormecen a la ciudadanía y la mantienen en la comodidad. Si fuéramos más protagonistas de nuestra sociedad, buscaríamos fortalecer las instituciones y no cayéramos en la ingenuidad de depositar excesivamente nuestra confianza y esperanzas en una persona.
*Periodista. jaime.oriani@eldiariodehoy.com