Meditación, reflexión y obra

Hay que dar espacio a lo espiritual, tanto en lo formal como en la acción hacia los que sufren. Crecer espiritualmente y luchar contra las injusticias y el egoísmo que nos tienta es parte de esto.

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07 April 2017

Una pausa para meditar. Eso es lo que debe significar para todos la Semana Santa. Muchos la toman únicamente como unas vacaciones. Y tiene mucho de eso. Sería hipócrita si dijera que no la veo en parte también así. Es un período vacacional que, después de tanta fatiga y tensión, tenemos muy bien merecido. Pero la Semana Santa debería implicar mucho más y ser un tiempo de meditación. El ambiente es propicio, con esa quietud tan especial, ese silencio que sólo es interrumpido por el canto de las cigarras que nos arrulla de forma tan sutil que al poco tiempo nuestros oídos se adaptan y dejamos de percibirlo.

Período para reflexionar y aclarar nuestras conciencias, tanto desde el punto de vista terrenal como del espiritual. Para indagar con honestidad qué hemos hecho todo este año para mejorar como personas y para hacer de nuestro país un mejor lugar. Hubo mucho de negativo en el año que ha pasado. La criminalidad siguió campante, con asesinatos y extorsiones que llenaron de luto y zozobra a nuestros hermanos salvadoreños. Hubo mucho de doble moral en funcionarios que prefirieron ir tras sus propios intereses que por los de la nación y sus ciudadanos, el triste papel de El Salvador en la OEA que puso al país en el lado equivocado de la historia y avaló a un gobierno que mantiene a su pueblo sin servicios esenciales, sin libertad y acosado por la persecución, atendiendo más a una supuesta conveniencia que a lo digno y recto. Y se violaron también los derechos humanos en El Salvador, por indiferencia o negligencia, o por irrespeto a las garantías que deberían protegernos a todos.

Nos volvimos insensibles a las injusticias, a la ración de muertes diarias, al dolor ajeno. La sociedad se ha polarizado; y se odia, se calumnia y se daña al otro sólo porque piensa diferente. Una sociedad enemistada en la cual se mira más lo que nos separa que lo que nos une. Observamos esto impasiblemente, sin decir nada, sin hacer nada.

Tiempo también de reflexión espiritual, que no tomamos muy en cuenta. Somos de carne y hueso y nos entusiasma el descanso, las playas, las montañas, y todo lo que nos haga olvidar, al menor por un momento, las preocupaciones cotidianas. Eso está bien, El Salvador tiene lugares extraordinarios, dignos de visitar y disfrutar. Pero también somos seres espirituales, trascendentes, y hay que prestar atención a eso. La Semana Santa es una conmemoración espiritual, en la que recordamos con gratitud a Aquel que nos amó tanto que tan dolorosamente se sacrificó por nosotros con el propósito de salvarnos. Hay que dar espacio a lo espiritual, tanto en lo formal como en la acción hacia los que sufren. Crecer espiritualmente y luchar contra las injusticias y el egoísmo que nos tienta es parte de esto.

Pensar en el oprimido, en el enfermo, en el que pasa por preocupaciones y necesidades. Tener presente cuantas familias sufren, en cuantos hogares la alegría de otros no llega. Agradecer a los que seguirán trabajando en hospitales, asilos, en oficinas y comercios; en los policías o los humildes vigilantes de nuestras colonias. Ponernos en el lugar de los que pasarán en las camas de los hospitales, en los que velarán a la par de su pariente enfermo, en los que harán turnos extra para llevar alimento a sus familias. En eso consiste principalmente la Semana Santa.

* Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy.