El resurgimiento del proteccionismo

El proteccionismo ha sido siempre una medida populista que ha fracasado económicamente. En algunos casos, como en 1930, los fracasos han sido espectaculares.

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06 April 2017

El proteccionismo, por muchos años descartado por sus efectos negativos en las economías locales y en la mundial, está regresando a ponerse en boga, principalmente como resultado de las elecciones presidenciales norteamericanas, en las que los dos candidatos hicieron promesas de restablecerlo en Estados Unidos.

El proteccionismo ha sido siempre una medida populista que ha fracasado económicamente. En algunos casos, como en 1930, los fracasos han sido espectaculares. Buscando promover la producción local, la ley Smoot-Hawley de junio de ese año subió los aranceles de importación a Estados Unidos en todos los rubros. En vez de eso, la ley provocó represalias en todo el mundo. Prácticamente todos los países subieron sus aranceles. El resultado neto fue que el comercio internacional cayó de 2,298 a 992 millones de dólares oro de 1929 a 1933. El impacto en la producción fue severo. En vez de subir la producción, ésta disminuyó por el efecto de la caída de las exportaciones. Esta caída fue uno de los factores más importantes para convertir la caída de las acciones de 1929 en la Gran Depresión.

Pero la protección es negativa no sólo porque invita a represalias y esto lleva a caídas en el comercio en las que todos pierden. Operando con costos más altos que los prevalecientes en los mercados internacionales, las actividades protegidas se vuelven ineficientes y no pueden exportar. De esta forma, la protección contra las importaciones mata a las exportaciones. Aún más, las empresas descubren que su éxito depende no de la eficiencia de sus productos sino del favor de los políticos, que son los que deciden quienes deben ser protegidos y por cuanto.

La revolución de la conectividad ha hecho al proteccionismo todavía más negativo. Antes de dicha revolución, todo lo contenido en un producto era producido en el mismo lugar para poder coordinar su producción. En esas condiciones la competitividad de las empresas dependía de la del país. Ahora, con el desarrollo de la capacidad de coordinar tareas complejas a distancia, las empresas pueden partir sus líneas de producción, de tal forma que unas partes se manufacturan en un país y otras en otros, creando líneas de producción virtuales que cubren el mundo entero. Las empresas producen cada componente en los países en los que hacerlo es más barato. De esta forma lo que es competitivo no es el país en donde radican los dueños de la cadena sino la cadena misma, con su combinación de producción en distintos lugares.

De hecho, las empresas han establecido estas cadenas internacionales de producción para poder competir con otras cadenas que operan con cadenas internacionales similares. Un efecto hipotético ilustrará por qué esto es así. Imagine que, por ejemplo, la fábrica de carros Lincoln se ve amenazada por la Mercedes Benz, que puede producir un carro de lujo con menor costo porque produce sus transmisiones en Polonia. La Lincoln descubre entonces que sí podría competir y ganarle a Mercedes si produjera los motores en México. Abre una fábrica en México y empieza a ganarle mercado a Mercedes.

Si en esta situación, que es la más común en el mundo globalizado, Estados Unidos sube sus aranceles de importación para forzar a Lincoln a producir sus motores en Estados Unidos, los carros Lincoln perderán competitividad porque es más caro producir motores en Estados Unidos que en México. Habiendo perdido el mercado, Lincoln tendría que cerrar no solo su planta de motores en México sino también sus plantas en Estados Unidos. Mercedes tomaría la totalidad del mercado, no sólo en Estados Unidos sino en el mundo entero. Resultados similares se obtienen si los aranceles se aplican sólo a los productos intermedios (como los motores), o sólo a los productos finales (los carros enteros) o igualmente a los productos intermedios y finales. En todos los casos, la protección falla porque la competitividad moderna depende de la eficiencia de la cadena entera de producción.

Para los políticos es a veces difícil comprender estas complicaciones de una economía que, mientras más se ha globalizado, se ha vuelto más interdependiente, de tal forma que tratar de cortar uno de los eslabones destruye a la cadena entera—aunque dicho eslabón esté en otro país. Es hora de que modernicen sus pensamientos.

*Máster en Economía Northwestern University. Columnista de El Diario de Hoy.