Las desgracias autoinflingidas de otros normalmente causan pena ajena. Me refiero a esos papelones públicos, que levantan murmullos y burlas susurradas. Pero, ¿qué hay del papelón con el que se están luciendo nuestros gobernantes ante la comunidad internacional en su obcecado apoyo al régimen dictatorial venezolano, en una mal entendida lealtad ideológica?
Ese papelón es de pena propia. Porque, ¿con qué cara, como salvadoreños, podemos ver a nuestros hermanos venezolanos, muchos en el exilio huyendo del hambre, la criminalidad, la persecución política y la corrupción voraz que han ido devorando la sociedad?
Con toda la pena propia, nuestros gobernantes nos han obligado a aquellos de nosotros que tenemos la honestidad intelectual de llamar a las cosas por su nombre con independencia de quien las causa (dictadura es dictadura, así el ataúd de la democracia esté arropado con banderas de derecha o de izquierda) a que tengamos que explicarle a los venezolanos que nuestros gobernantes no nos representan. Que ese voto patético en la OEA, ese voto que se opone a la democracia y a la empatía por los derechos humanos, no es nuestro voto.
Que las palabras de ese comunicado absurdo, que apoya el lado de los opresores e ignora el clamor de los oprimidos, no son nuestras palabras. Explicarles que son palabras que significan poco o nada, porque sus autores, a pesar de la ironía de hacer alusión al respeto a las sentencias judiciales, son los primeros en oponerse a los órganos judiciales autónomos en las ocasiones en que se han activado en función de limitarles el poder.
Que a los salvadoreños que seguimos creyendo en el derecho humano de cada persona a escoger libremente su destino, nos duele ver el atropello del que están siendo víctimas los venezolanos. Que a una voz, con ellos condenamos el golpe autoritario con el que Maduro, con la falta de vergüenza propia de las dictaduras, está eliminando los límites de su poder. Que con ellos sufrimos cada día que pasa sin que los presos políticos puedan reunirse de nuevo con sus familias, al negárseles, además de su libertad, el derecho a un debido proceso. Que con ellos nos asqueamos y condolemos de la pobreza en la que la ineptitud absoluta de sus gobernantes han impuesto al pueblo venezolano. Que como ellos, no nos creemos para nada que la intención del socialismo del siglo 21 sea repartir más bienestar para más personas. Desde el principio interpretamos correctamente que el propósito siempre fue garantizar el modus vivendi de la argolla oligarca que ha convertido las instituciones democráticas en su finca, ignorando la dignidad humana de aquellos a quienes se han llevado de encuentro.
Que quienes hemos leído la Carta Democrática de la OEA y que entendemos que solo es operativa si se aplica para la protección del sistema que garantiza más libertades para más personas y no para la protección de dictadores, aplaudimos el liderazgo del Secretario Almagro y reconocemos la triste paradoja de que los gobernantes de El Salvador, un país al que el autoritarismo y la opresión hicieron tanto daño, brinden apoyo institucional a autoritarios y opresores. Los salvadoreños que creemos en la libertad, estamos con los venezolanos que sufren, y con pena propia, les pedimos disculpas por el papelón que han hecho nuestros gobernantes.
*Lic. en Derecho de ESEN con maestría en Políticas Públicas de Georgetown University. Columnista de El Diario de Hoy. @crislopezg