Las maras y el córtex prefrontal

El Salvador siempre ha sido pobre, pero el fenómeno de las maras surge después de los acuerdos de paz, por lo que si la simple pobreza y marginación fuese la explicación, las maras hubiesen existido desde siempre.

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03 April 2017

Alguna vez te has preguntado ¿por qué los salvadoreños somos tan violentos? ¿Cómo es posible que nuestros jóvenes -en tan solo dos o tres generaciones- hayan tenido la capacidad de desarrollar una subcultura de violencia tan profunda y enraizada, como nunca se había visto en El Salvador? Más allá de la pobreza y la marginación, ¿habrá alguna otra explicación?

Medidas represivas como la “Mano Dura”, la “Mano Superdura”, las “medidas extraordinarias de seguridad” o el despliegue de la Fuerza Armada en lugares de alta incidencia criminal, han probado ser medidas muy poco serias para brindar una solución estructural y a largo plazo al problema; constituyendo únicamente acciones que “hacen ver bien” a las autoridades de turno, al dar la sensación de que “están haciendo algo”, cuando en realidad se trata de medidas ingenuas y cortoplacistas que no producen efectos permanentes, tomadas sobre bases mediáticas coyunturales, que pasan a la historia dejando tras de sí una triste huella de violencia, sangre, represión, prisión y vidas juveniles, civiles y policiales desperdiciadas.

Debido a la falta de visión a largo plazo y sentido común de nuestras autoridades, a nadie le sorprende que nunca se hayan llevado a cabo estudios científicos respecto a los procesos mentales de los integrantes de las pandillas. Está demostrado por estudios internacionales realizados a grupos de psicópatas, que todos los sujetos que presentaban conductas violentas y antisociales que fueron analizados, tenía un córtex prefrontal reducido en más o menos un once por ciento, en comparación a individuos que no presentan actitudes de violencia social.

El córtex prefrontal es la zona del cerebro en donde se toman decisiones, por lo que es, precisamente, el área cerebral que controla el sistema límbico, que es el espacio donde se generan las reacciones más instintivas y emocionales, y donde se producen, asimismo, las respuestas violentas al entorno. Por tanto, al tener un córtex prefrontal reducido, su capacidad de controlar las reacciones violentas es menor, por lo que el individuo tiende a ser más primitivo, reactivo, conflictivo y violento.

¿Por qué algunas personas presentan un “córtex prefrontal reducido”? La respuesta que obtuvieron los investigadores es que las personas que sufren estas deficiencias provienen de hogares violentos, viviendo desde bebés en condiciones de abandono y maltrato, lo cual provoca un daño en las fibras nerviosas blancas del cerebro, que unen la parte prefrontal con otras estructuras cerebrales más profundas. Por tanto, padres agresivos generan un ciclo perpetuo de violencia, ya que al maltratar físicamente a sus hijos (o al descuidarlos, que es una forma de maltrato y violencia), consiguen dañar sus cerebros y predisponerlos a las reacciones y conductas violentas cuando estos pasan de la niñez a la adolescencia y adultez. En otras palabras, no es la pobreza la que genera las maras, sino las condiciones de violencia a la que nos hemos sumergido como sociedad. El Salvador siempre ha sido pobre, pero el fenómeno de las maras surge después de los acuerdos de paz, por lo que si la simple pobreza y marginación fuese la explicación, las maras hubiesen existido desde siempre.

La única forma de abordar adecuadamente el fenómeno en El Salvador no es la de generar más violencia policial o grupos de exterminio, lo cual –visto desde la perspectiva científica- sería tan ilógico como pretender apagar un fuego avivando las llamas. La opción que le queda al país es que todos los actores políticos –gobierno, oposición, iglesias y sociedad civil- se unan para buscar una solución a largo plazo, la cual necesariamente pasa por salvaguardar la integridad de los niños en familias de riesgo, velando por su salud física y mental, y, si el caso lo amerita, interviniendo el Estado directamente para reubicar a esos menores en hogares temporales que los aleje de las situaciones de violencia, promoviendo incluso legislaciones flexibles para promover su tutoría o adopción nacional e internacional.

Complementando lo anterior con educar en las escuelas sobre los efectos de la violencia y el crimen; brindar opciones para que los miembros activos de las maras puedan reintegrarse a la sociedad; crear ambientes apropiados para la reeducación de los internos en las cárceles, las cuales deben de humanizarse para hacerlas apropiadas para seres humanos, y así dejen de ser simples cajas para contener animales. Acompañando todo esto de procesos para profesionalizar, educar y apoyar a la policía, poniendo énfasis en la educación de los agentes sobre el respeto a los derechos humanos; brindando finalmente, por parte del Estado, apoyo psicológico a víctimas y victimarios.

Solo así, quizás en un plazo de veinte años de esfuerzos continuados y consensuados, podamos encontrar una salida a la carnicería que vivimos a diario los salvadoreños.

*Abogado, máster en leyes. @MaxMojica