Esta semana el periódico español “El País” publicó un amplio reportaje sobre un debate en torno a dos pinturas que se encuentran en el Parlamento de Canarias; se trata de dos cuadros, uno la “Entrega de la princesa” y representa la cesión de la joven aborigen Arminda Masequera a los conquistadores; y el otro cuadro, también cubre la pared principal del Parlamento, “La fundación de Santa Cruz de Tenerife”, en la que soldados castellanos sostienen una cruz sobre unos atemorizados frailes.
El debate no es nuevo y tiene que ver principalmente con una cuestión: los cuadros hieren la sensibilidad de las personas de hoy, porque “son un reflejo del exterminio de los guanches” (antiguos habitantes aborígenes de la isla de Tenerife).
Las autoridades del parlamento, antes de tomar cualquier decisión, decidieron escuchar la opinión de los expertos de arte, a la Real Academia de las Bellas Artes San Miguel Arcángel, que dictaminó “los cuadros son el ejemplo más señero (destacado) de la pintura romántica tardía”, además se trata de dos obras que “forman parte indisoluble del edificio, declarado bien de interés cultural”.
Ante la opinión técnica han surgido dos posturas, una, aguantarse y hacer caso omiso al tema; y dos, zanjar (hacer cortaduras en la carne) y tratar de quitar los cuadros en giro de timón como ha hecho la alcaldesa de Madrid con nombres de calles vinculados al franquismo. Pero hay otra medida intermedia, que al parecer va más con los tiempos de ahora: poner una especie de cortinas para tapar los cuadros cuando haya sesión del parlamento y correrlas cuando no estén los diputados.
El Parlamento andaluz, cita el periódico, cuando inauguró su actual sede en 1992, tapó un crucifijo que pertenecía al edificio, antiguo hospital católico. Al parecer esta medida intermedia es la que se tomará también en Canarias, y es la que otros entes culturales están haciendo en toda Europa.
Otra forma de tapar lo hecho en el pasado, que se recoge en otro artículo de “El País”, es la experiencia del Rijksmuseum de Amsterdam que ha modificado en 2016 hasta 300 títulos de obras porque tenías palabras que podían herir sensibilidades: enano, negro, esquimal por inui, entre otros.
Hasta aquí los hechos y a partir de esto nos surgen una serie de interrogantes: ¿Lo políticamente correcto de hoy, era lo políticamente correcto de antes?… Por ejemplo en los periodos de la conquista, todavía más en los tiempos de crisis o las luchas fratricidas que todos las sociedades hemos padecido desde antaño.
Si lo políticamente correcto es distinto ahora, en un contexto de “mayor respeto”, por ejemplo a las minorías y los excluidos de siempre, habrá que corregir el pasado, incluso, como extremo en la formación artística durante el oscurantismo, por ejemplo en los libros de historia del arte “vestir los desnudos del renacentismo”.
Todavía más, verdad, ciencia y arte se entrecruzan y entran en una serie de dilemas, por ejemplo las pinturas de hoy, como las de antes, no se miden ni se valoran únicamente porque muestran “una verdad” que pareciera estar mostrando la ciencia… sino que reflejan la visión de un momento determinado usando para ello las técnicas del arte y “representar” la realidad con cierta belleza propia del arte.
Incluso, las verdades de la ciencia de antes son cuestionadas ahora, cuando el conocimiento ha “evolucionado” y con mejores herramientas y técnicas logran de mejor manera explicar la realidad; en el medioevo había la creencia que la tierra era el centro del universo y todo giraba alrededor, el principal representante de esta visión fue Tolomeo que fue sustituido por el heliocentrismo que tiene como centro el sol.
Así como a los canarios españoles les molesta el desprecio para con los guanches, todavía más cuando estos están reflejados en las pinturas de la época que se encuentran en los museos o centro públicos de hoy, también nos molesta la conquista española en América… pero esto no puede trascender, por lo menos así lo creo, a destruir las pinturas de la época y no por purismos ni malinchismos sino porque el arte de antes, como el de hoy, refleja el mundo del momento. Igual la ciencia de la época muestra los conocimientos del momento que surgen, no se diga las ideas, incluso ciertas “verdades” que con el paso del tiempo han quedado atrás.
*Editor Jefe de El Diario de Hoy. ricardo.chacon@eldiariodehoy.com