Inmersos en la lucha cotidiana por sobremorir los tiempos que vive nuestra patria, muchos no advierten la gravedad de la amenaza que representa para nuestra sociedad el avance, casi incontenible, de las pretensiones totalitarias del FMLN y su gobierno.
Desde las organizaciones de la sociedad civil como sindicatos y gremios, hasta las instituciones que tendrían que garantizar la vida democrática de la república, como la Corte Suprema de Justicia o el o el Consejo Nacional de la Judicatura, es evidente la infiltración de personas que tienen por única misión la consolidación de un modelo de gobierno que se aparta por completo del anhelo democrático de la mayoría de salvadoreños.
Obsesionados con la idea de instaurar una dictadura, al estilo de Cuba o Venezuela, el FMLN empeña todos sus esfuerzos en controlar cada ámbito de la vida nacional, sin importar los recursos que eso implique o los atropellos a la institucionalidad que requiera. Muestra flagrante es el Consejo Superior del Salario Mínimo, en donde los legítimos representantes de los trabajadores han sido suplantados por agentes políticos del régimen que actúan bajo las órdenes de algún “comisario” del partido.
Las acciones de desestabilización, que hipócritamente desmienten, son más que evidentes al interior de los sindicatos del sector público, en donde no dudan en reprimir por todos los medios a su alcance a quienes valientemente expresan el legítimo sentir de sus agremiados. Para corroborarlo basta con ver los abusos patéticos de los testaferros del régimen en los ministerios de Educación, Salud o la Policía Nacional Civil.
Paralelamente, un destacamento de “protestantes profesionales”, muy bien financiado y dotado de enormes recursos logísticos, se dedica a hostilizar cotidianamente las gremiales empresariales al tiempo que un batallón cibernético da cuenta de los opositores del régimen en cada intervención pública que realizan.
Más preocupante que lo aparente es la realidad que subyace en la Educación Pública, convertida por el gobierno de turno en un poderoso aparato de indoctrinación usado para sembrar odio, resentimiento y promover la lucha de clases bajo cualquier excusa y de cualquier forma. Existen fotografías que muestran como, violando cualquier derecho humano de niños y adolescentes, el FMLN los usa en manifestaciones contra magistrados de la Corte Suprema de Justicia e incluso contra sus propios maestros cuando estos no comparten la ideología del régimen.
Si entendemos por totalitarismo el sistema en el que el estado concentra todo el poder en un partido único para controlar coactivamente las relaciones sociales veremos que su instalación en El Salvador es un proyecto muy avanzado, que adquiere cada día proporciones más alarmantes y ante cuyo avance poco o nada se está haciendo.
Es claro, pues, que el establecimiento del control social que requiere y del cual vive un estado totalitario pasa e incluye necesariamente la infiltración de cualquier estructura social que pueda ser o convertirse en un peligro para el régimen y en ese sentido si se es un poco acucioso se verá el innegable avance en el control de la opinión pública por todos los medios de comunicación propiedad del estado o del partido y de aquellos que, por ignorancia o complicidad de sus propietarios, han podido infiltrar.
Sin embargo, no todo está perdido en El Salvador, la sólida vocación democrática de la ciudadanía acompañada del conocimiento de los métodos que se emplean en su contra, debe conducir urgentemente a una amplia unidad social que posibilite e implemente las acciones necesarias para la salvaguarda de nuestra incipiente democracia.
El saber es poder y el punto de partida de los ciudadanos debe ser entender que es y cómo funciona el marxismo cultural del que estamos siendo víctimas. De eso, Dios mediante, hablaremos más en próximos artículos.
*Ciudadano salvadoreño.