Como “vergonzoso” se calificó el rechazo de San Vicente y Las Granadinas, Surinam, Saint Kitts y Nevis, Bolivia, Dominica, Ecuador, El Salvador, Haití, Nicaragua y República Dominicana para tratar la deplorable situación de Venezuela como punto único en la sesión extraordinaria realizada en la Organización de los Estados Americanos el pasado 28 de marzo. Finalmente el orden del día se aprobó con 20 votos entre los que figuraron los de Honduras y Guatemala, ambos socios, junto a El Salvador, de la Alianza para la Prosperidad del Triángulo Norte, un proyecto financiado por los Estados Unidos. La abstención, aunque siempre humillante y deplorable, habría sido una mejor opción en nuestro caso. Así lo hicieron Trinidad y Tobago y Antigua y Bermuda, mientras que Granada prefirió ausentarse del cónclave en el momento de la votación.
La obstrucción de esos gobiernos es bochornosa porque simboliza el repudio de los principios establecidos en la Carta Democrática Interamericana (CDI). Y esta decisión no es cosa menor. El secretario Almagro adelantó en su segundo informe que en Venezuela “se violan todos los artículos de la CDI”. Con su resolución, los representantes de esas naciones ante la OEA, y no la totalidad de los habitantes de aquellas, desaprobaron los elementos esenciales de la democracia representativa acordados en Lima, Perú, durante el vigésimo octavo período extraordinario de sesiones de ese organismo efectuado en septiembre de 2001.
Contrarrestar el debate sobre el quiebre democrático que sufre uno de los Estados que integran a la Organización continental significa ignorar “el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales; el acceso al poder y su ejercicio con sujeción al Estado de derecho; la celebración de elecciones periódicas, libres, justas y basadas en el sufragio universal y secreto como expresión de la soberanía del pueblo; el régimen plural de partidos y organizaciones políticas; y la separación e independencia de los poderes públicos” (artículo 3 CDI).
Al contrariar el consenso mayoritario que predominó en la asamblea comentada, los gobiernos que vetaron la discusión sobre la crisis política y humanitaria en Venezuela ignoraron los componentes fundamentales de un legítimo ejercicio democrático, entiéndase “la transparencia de las actividades gubernamentales, la probidad, la responsabilidad de los gobiernos en la gestión pública, el respeto por los derechos sociales y la libertad de expresión y de prensa” (artículo 4 CDI).
Por otra parte la actitud de los embajadores que rehuyeron el análisis de la realidad venezolana se opone al “fortalecimiento de los partidos y de otras organizaciones políticas”, aspecto que la Carta Democrática considera como “prioritario para la democracia” (artículo 5 CDI). Así debe interpretarse porque uno de los muchos señalamientos del secretario Almagro, tanto en su informe de mayo de 2016 como en el de la semana pasada, fue el de la inobservancia, por parte del Ejecutivo, del principio de separación de poderes y la manipulación de la justicia para dejar sin efecto los acuerdos adoptados por los partidos de oposición en la Asamblea Nacional. El Secretario también advierte sobre la criminalización de todas aquellas declaraciones o acciones de los miembros de entidades ciudadanas que protestan legítimamente para que se cumpla la Constitución, los tratados y las declaraciones universales que garantizan el acatamiento de las libertades individuales.
Con su actitud, los Estados disconformes con la “doctrina Almagro”, así llamada por Mario Vargas Llosa, impugnan el activismo ciudadano como “una condición necesaria para el pleno y efectivo ejercicio de la democracia” y se rehúsan a “promover y fomentar diversas formas de participación” que fortalezcan al sistema político. Tampoco reconocen que “la pobreza, el analfabetismo y los bajos niveles de desarrollo humano son factores que inciden negativamente en la consolidación de la democracia” (artículo 12 CDI). Esas naciones refutan el compromiso adquirido en 2001 por los signatarios de la CDI con el propósito de “adoptar y ejecutar todas las acciones necesarias para la creación de empleo productivo, la reducción de la pobreza y la erradicación de la pobreza extrema” (artículo 12 CDI).
En realidad lo sucedido en la OEA debe interpretarse como el apoyo de 20 países pidiendo “la realización de elecciones, que se abra un canal humanitario, la libertad a los presos políticos y el respeto a la Asamblea Nacional venezolana”.
*Columnista de El Diario de Hoy