Tan vitales como el oxígeno

Los empresarios son los que, en última instancia, pagan los sueldos de los funcionarios y los servidores públicos, los que generan los fondos para las obras de infraestructura y pagan las deudas del país.

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24 March 2017

De acuerdo al Buró de Estadísticas de Trabajo de los Estados Unidos, cerca del 50 por ciento de los nuevos negocios sobreviven cinco años o más, y una tercera parte sobrevive diez años o más. No sé si en El Salvador tengamos este tipo de estadísticas pues, sería interesante conocerlas. La cuestión es que aún en el país que más se caracteriza por los negocios, la cifra da qué pensar. Indica que aunque hay probabilidades de que los negocios prosperen, también las hay, en igual magnitud, de que se vengan abajo y sucumban. Y hay estadísticas aún menos alentadoras que hablan de mayores porcentajes de fracaso.

Es que abrir un negocio, hacer que tenga éxito y lo mantenga a través del tiempo no es nada fácil. Muchos fracasan, unos pocos tienen un éxito relativo o temporal, y muy pocos un éxito duradero. Algunos no ven las cosas así, y creen que poner un negocio exitoso es sencillo, que solo falta abrirlo, hacer algo de publicidad, y que pronto habrá colas de personas ansiosas de comprar.

Alguien dijo que el genio no es el que tiene una buena idea, sino el que tiene una buena idea y es capaz de desarrollarla y llevarla hasta un buen fin. Así son los negocios, para que prosperen se necesita talento, trabajo arduo, y conocimientos. El éxito sería más probable si existieran estos tres elementos, pero la historia y la experiencia enseñan que a veces no son necesarios todos. En lo que respecta al talento, simplemente hay personas que tienen una cualidad innata para los negocios. Nacen con ese don, que a veces es puramente intuitivo. Tienen la capacidad de detectar lo que la gente necesita o desea, y simplemente ponen manos a la obra. Hay muchos ejemplos de empresarios muy exitosos que surgieron sin mayor preparación académica pero que tenían ese algo que no se compra en la tienda de la esquina.

Otros logran la prosperidad en sus negocios en base a su trabajo incansable. Abren temprano, cierran tarde, no se dan vacaciones. Están siempre al pie del cañón, listos para renovaciones y ajustes. Son como Picasso, que decía: “Yo no espero que me venga la inspiración, trabajo todo el día, para cuando la inspiración llegue que me encuentre trabajando”.

Y también están los que se educan para ser empresarios. Ven los negocios como un tema de estudio y como una actividad humana que necesita conocimientos. Tienen la ventaja de que saben los elementos necesarios de contabilidad, finanzas, mercadeo. El educarse les permite conocer la experiencia de otros y saben que no tienen que inventar la rueda pues ya está inventada.

Si analizamos bien nos damos cuenta que los tres factores no se dan de la nada. No cualquiera tiene la aptitud innata, no cualquiera tiene la disposición de sacrificarse en un trabajo sin descanso, no cualquiera tiene la voluntad de pasar años en universidades y centros superiores de formación, con licenciaturas, maestrías y doctorados. No cualquiera, en fin, tiene lo que se necesita para ser un buen empresario.

Los empresarios son esenciales en la sociedad pues son los que producen riqueza y fuentes de trabajo. Son los que, en última instancia, pagan los sueldos de los funcionarios y los servidores públicos, los que generan los fondos para las obras de infraestructura y pagan las deudas del país. Grandes y pequeños empresarios, pequeños y grandes negocios, son el oxígeno de una nación.

*Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy