El Salvador, potencia mundial

Actualmente, el país más pequeño de Centroamérica se agiganta en la escena mundial al ser un paladín en la defensa de la vida del no nacido.

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22 March 2017

Al contemplar el escenario global se reconocen rápidamente países que destacan en uno u otro ámbito. Quién puede negar, por ejemplo, el predominio futbolístico de Alemania e Italia; o el alto nivel educativo de Canadá; o la megadiversidad biológica de naciones como México y Brasil.

Y de El Salvador, ¿qué aspectos positivos señalaríamos? ¿Somos capaces de distinguir las maravillas que tiene este “rincón mágico”, aun reconociendo la gran cantidad de problemas que lo aquejan? Podríamos hablar, por ejemplo, de la calidez de su gente y su espíritu emprendedor (atinadamente expresado con el término “rebusca”); de la belleza de sus paisajes, de su estupendo clima, de los valores humanos y religiosos de su gente, e incluso del éxito de la “Selecta” de playa. Todos estos aspectos son buenos pero, siendo sinceros, quizás no bastarían para que este querido país sea considerado una potencia mundial.

Entonces, ¿existe algo en lo que El Salvador destaque de manera inequívoca y objetiva sobre las demás naciones del orbe, que lo distingan y hasta sirva de ejemplo? Sí. La respuesta es felizmente afirmativa y tiene que ver con un campo crucial en la cultura de nuestro tiempo. En el pasado fueron claves las voces que defendieron a los conquistados de los conquistadores; a las personas de color, de los abusos de sus hermanos blancos; a los obreros, de sus opresores capitalistas o marxistas; a los judíos, del exterminio nazi. Voces que se alzaron desmintiendo el punto de partida de todos estos abusos: “Algunos humanos son inferiores a otros, por lo tanto se les puede esclavizar, instrumentalizar, matar a discreción”. Actualmente, el país más pequeño de Centroamérica se agiganta en la escena mundial al ser un paladín en la defensa de la vida del no nacido. Es uno de los pocos (no más de diez) que reconoce en su Constitución un hecho científicamente comprobado: la vida humana comienza en el momento de la concepción y, por tanto, debe ser protegida desde entonces. Como un profesional salvadoreño señalaba atinadamente: El Salvador es una potencia mundial en legislación a favor de la vida por nacer.

Me viene a la memoria el famoso cuento de “El Traje Nuevo del Emperador”: Unos embaucadores se presentan a su soberano, quien se gastaba su fortuna en hacerse caros vestidos, ofreciéndole una “tela invisible” que, a decir de ellos, sólo pueden ver los inteligentes. Nadie ve la tela, pero tampoco se atreve a desmentirlos para no ser tachado de tonto. Llega el gran día en el que el emperador pasea por las calles luciendo su “traje” y todos fingen ver su hermosura, hasta que un niño grita en medio de la multitud: “el emperador no tiene ropa”. Sólo entonces reconocen lo que era evidente y se abochornan por haberse dejado engañar. Así, la plaga del aborto se ha ido imponiendo en la mayoría de los países disfrazada de “progreso”, de “libertad”. Pero el Pulgarcito de América, un “niño” en la comunidad global, sigue diciendo lo que debería ser evidente: el aborto es el asesinato de un inocente, un daño grave a la mujer y un atentado contra la sociedad. ¿El mundo reconocerá su error o el “Pulgarcito” renunciará a su papel histórico de ser una de las últimas voces del sentido común?

*Colaborador de El Diario de Hoy.