El 8 de marzo recién pasado, se festejó el Día Internacional de la Mujer, una fecha que se institucionalizó por la Organización de Naciones Unidas a partir del Año Internacional de la Mujer en 1975. Pese a que las mujeres de todos los continentes están separadas por fronteras nacionales y por diferencias profundas étnicas, culturales, económicas, ideológicas y políticas; este día pretende que se unan para reflexionar y contemplar una tradición de no menos de noventa años de lucha en pro de la igualdad, sus derechos, la justicia, la paz y el progreso.
El Día Internacional de la Mujer hace referencia a las mujeres como artífices de la historia y hunde sus raíces en la lucha multisecular de la mujer por participar en la sociedad en igualdad de género. La idea de un Día Internacional de la Mujer surgió a finales del siglo XIX, tiempos de expansión y turbulencia en el Viejo Mundo, de crecimiento poblacional y de ideologías radicales para su época. Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, desde marzo de 1911 reconocieron y conmemoran a nivel nacional esta institución, la que fue animando y contagiando otras latitudes.
En la actualidad, Siglo XXI, Occidente reconoce el poderoso papel de la mujer en cualquier plano. Por ejemplo, la actividad agrícola que de manera ancestral ha sido un componente esencial de los medios de subsistencia y seguridad alimentaria en todo el mundo, ha tenido a la mujer jugando siempre un rol fundamental, al grado que en la historia se le atribuye la observación de la germinación. Hoy, dos tercios de pequeños agricultores del mundo son mujeres y la agricultura es la principal fuente de empleo de las mujeres. Sin embargo, a pesar del alto grado de participación de las mujeres en el sector agropecuario, se observa una brecha de género en el acceso a los recursos y la contribución a la formulación de políticas.
Es de considerar que un factor que contribuye mucho a la desigualdad en la agricultura, como en la política de cambio climático y el desarrollo comunitario, ha sido la falta de mujeres dirigiendo las agendas de investigación. Incluir a las mujeres en la investigación científica, sin duda ayudará a alcanzar los objetivos de desarrollo. Aumentar el número de mujeres que participan en las ciencias y la dirección de equipos de investigación, beneficiaría a las mujeres de todo el mundo, en particular, dará voz a las mujeres más marginadas.
La ciencia y la igualdad de género son vitales para realizar objetivos de desarrollo sostenible. La comunidad internacional hace un esfuerzo en promover la participación de las mujeres en la ciencia. Desafortunadamente, ellas siguen enfrentándose a barreras que les impiden participar plenamente en esta disciplina.
De acuerdo con un estudio realizado en 14 países, la probabilidad de que las estudiantes terminen una licenciatura, una maestría y un doctorado en alguna materia relacionada con la ciencia es del 18 %, 8 % y 2 %, respectivamente, mientras que las probabilidades para los estudiantes masculinos son del 37 %, 18 % y 6 %.
La falta de oportunidades, los estereotipos de género, los sesgos de género, la falta de acceso a la educación, o una combinación de todos estos factores deben ser abordados en las políticas de Estado para garantizar beneficios en igualdad para cualquiera de los géneros en las comunidades rurales.
Lo importante es que se desarrollen soluciones que tengan sentido en la igualdad de género. Las mujeres no tienen tiempo ni recursos para probar cosas que podrían funcionar. Los agricultores no pueden comer de potenciales, por lo que tenemos que generar opciones que tengan sentido y eso es especialmente importante para las mujeres.
*Columnista de El Diario de Hoy. resmahan@hotmail.com