¿Sabe dónde está el Santo Grial, la copa más preciada del cristianismo, en la que compartió Jesús el vino con sus apóstoles en la Última Cena…? Pues se encuentra en la “Capilla del Santo Grial”, dentro de la Catedral de Valencia, y este jueves, nuevamente sentí la sensación en la piel y el sentimiento en la mente, de encontrarme a solo dos metros de una de las reliquias más importantes del cristianismo.
El Relato dice que San Pedro, después de la Última Cena, lo guardó y se lo llevó a Roma, donde estuvo por 300 años, cuando San Lorenzo, la envió a Huesca, su tierra natal, en España, para protegerla de la persecución del cristianismo decretada por el emperador Valeriano. Después de pasar por distintos enclaves en diferentes monasterios en los montes Pirineos, y ya en el siglo XV, el rey Alfonso El Magnánimo la entregó a la catedral de Valencia, donde se encuentra desde entonces.
En realidad, hay tres lugares en España que dicen tener el Santo Grial, pero el Vaticano, historiadores, arqueólogos, letrados especialistas, así como los religiosos estudiosos de su historia y del relato histórico de cómo llego aquí, aseguran que el Santo Grial de Valencia es el auténtico. Lo cierto es que aquí es donde acuden los cientos de miles de peregrinos durante el año para orar frente al Santo Grial.
En la parte izquierda trasera de la catedral está la “Puerta de los Apóstoles”, donde a las 12:00 en punto de todos los jueves se reúne el “Tribunal de las Aguas de Valencia”, una institución milenaria que dirime los problemas de distribución del agua del Río Turia, entre sus siete acequias, con que se riegan los miles de campos de naranjas, otras frutas y hortalizas de rica la Huerta Valenciana.
Lo importante del Tribunal de las Aguas, compuesto por un juez de cada acequia y un alguacil, es que después de escuchar al demandante y al demandado, se reúnen y ahí mismo deciden la penalidad expresada en sueldos diarios, que debe pagar el regante que consideran culpable. Como ven, es inmediato, oral, no queda nada escrito y la sentencia es inapelable y según la historia y hasta la fecha, siempre se cumplieron, pues es un gran deshonor para un ciudadano no cumplir las sentencias del Tribunal de las Aguas.
Hoy también tiene su matiz turístico, pues las veces que yo lo he presenciado, nunca hubo, ni demandante ni demandado de ninguna de las acequias, cuando uno por uno los fue llamando el alguacil.
El Tribunal de las Aguas sigue siendo una institución muy respetada y principalmente preventiva, pues cuando hubo y hay problemas entre los muchos propietarios de los campos, mejor optan por arreglos como amigos y buenos vecinos, para evitar que los desacuerdos lleguen hasta el Tribunal de las Aguas.
Y frente a la Puerta de los Apóstoles, en la Plaza de la Virgen, se encuentra la bella fuente que representa en el centro a un hombre esbelto y fuerte recostado como el Río Turia, y alrededor, sus siete bellas jóvenes valencianas con medio cuerpo descubierto, cada una con una jarra en sus manos por donde fluye continuamente agua que significan sus siete acequias.
Si viene España, venga a Valencia, le aseguro que volverá.
*Columnista de El Diario de Hoy
pedroroue@metodopr.com