Me hago esta pregunta, porque muchos de sus discípulos actuales ocupan el púlpito como cátedra de temas socioeconómicos y políticos.
El encargo del Señor Jesús a los suyos antes de partir a su patria celestial es claro: “Me han concedido plena autoridad en cielo y tierra. Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt. 28, 18 – 20).
Cuando los fariseos tratan de enredarlo y le preguntaron si es lícito pagar tributo al César o no, pidió la moneda del tributo y cuando le presentaron un denario con la imagen del César les dijo: “Den pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Y no olvidemos que el pueblo judío estaba subyugado por el Imperio Romano.
Pero también el mandato del Señor es claro en abrirnos a las necesidades de los demás, en reconocerle en el pobre y el marginado.
El último domingo de noviembre, los católicos celebramos la festividad de Jesucristo Rey del Universo y el Evangelio nos aclara la condición para entrar a la vida eterna con los escogidos: “Vengan, benditos de mi Padre, a recibir el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, era emigrante y me recibieron, estaba desnudo y me vistieron, estaba enfermo y me visitaron, estaba encarcelado y me vinieron a ver” (Mt. 25, 34–36).
Por tanto, los cristianos tenemos la obligación de trabajar no solo en erradicar la pobreza sino luchar por una sociedad más justa y con oportunidades para todos los salvadoreños. Y eso incluye el acceso al agua a todos nuestros conciudadanos, por lo que aplaudo el llamado del Arzobispado en urgir el tener una Ley de Aguas, pero es ajeno a su competencia recomendar un Proyecto de Ley de Aguas específico, el de la UCA, pidiéndole a los diputados lo aprueben, en su publicación en El Diario de Hoy de hace un par de semanas.
Termino con las palabras del Papa Francisco cuando en una entrevista le preguntaron “como adulto en la escuela jesuítica, ¿cómo nuestro compromiso, nuestro trabajo puede ser más jesuítico, más evangélico?”.
Responde: “Involucrarse en la política es una obligación para un cristiano. Nosotros no podemos jugar a ser Pilatos, lavarnos las manos. No podemos. Debemos involucrarnos en la política. Porque la política es una de las formas más altas de Caridad. Porque busca el bien común. Y los LAICOS cristianos deben trabajar en política. La política está muy sucia porque el cristiano no se involucra en ella con espíritu evangélico”.
Pero no es la función del púlpito ni de sus ministros.
*Rolando Simán
Colaborador de El Diario de Hoy