Democracias diabéticas, democracias a la defensiva

Estamos experimentando en la actualidad el debate anacrónico de “derecha” e “izquierda” que ha quedado en el pasado. Ahora gira en torno a quienes defienden un sistema abierto y democrático contra quienes desean perpetrarse y enquistarse en el poder.

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Por Gabriel Zura Zamora*

09 December 2017

Por Gabriel Zura Zamora*

Este año coincidieron en su publicación dos de los estudios de opinión pública con mayor transcendencia en el continente: el Proyecto de Opinión Pública de América Latina (LAPOP, por sus siglas en inglés), a cargo de la Universidad de Vanderbilt; y el Latinobarómetro, elaborado por Corporación Latinobarómetro. Si bien es cierto la percepción no puede ser tomada como un absoluto, pero sí puede servir como un parámetro del estado de las cosas.

El primero de los estudios se publicó a finales de septiembre de este año y entre sus principales conclusiones LAPOP señala que “la democracia se encuentra a la defensiva contra la desilusión pública de lo que se ha entregado”. Ante la falta de soluciones a los distintos problemas, la población se muestra cada vez más desilusionada y resentida; mientras tanto, la democracia debe justificarse ante una ola de desertores que le desafía. En cuanto al segundo, el Latinobarómetro concluye que la democracia se encuentra enferma, específicamente de diabetes: “Una enfermedad invisible, que no alarma a nadie, pero carcome la vida lentamente”.

Ambos estudios coinciden en un aumento de la desconfianza de la población hacia las instituciones democráticas, entiéndase, autoridades electorales, Congreso, Órgano Judicial, Ejecutivo, partidos políticos, etc. y con ello la falta de satisfacción y bajo apoyo hacia la democracia. Estos hallazgos deben ser interpretados a la luz del contexto actual de nuestra región, la cual acaba de entrar en un “súper ciclo electoral”. Esto representa una oportunidad para que entren populistas y “outsiders”, tanto de izquierda como de derecha, potenciado sobremanera por el descontento y la apatía.

Para muestra, un botón (o dos): al norte, Manuel López Obrador (AMLO), populista de extrema izquierda, puntea como el mejor candidato para la presidencia en México y entre sus propuestas está valorando una amnistía a los líderes de cárteles; y al sur, Jair Bolsonaro, un político brasileño de extrema derecha, se perfila como uno de los favoritos para alcanzar la presidencia del país más grande de Latinoamérica gracias a su discurso de odio contra la comunidad LGBTI y la población afrodescendiente, su marcado conservadurismo religioso y la defensa de la dictadura de Humberto Castelo.

Además de la demagogia, la separación e independencia de poderes ha sufrido un revés. En Bolivia, Honduras y Venezuela, las cortes serviles al oficialismo han consolidado el hiperpresidencialismo, facilitando la reelección de forma parcial o indefinida. Y por otro lado, la legitimidad de los procesos electorales se encuentra en tela de juicio debido a la parcialidad de las autoridades electorales y su actitud complaciente.

El contexto regional debe encender alarmas en El Salvador. Para 2018, el Tribunal Supremo Electoral debe asegurar que tiene la capacidad para organizar elecciones eficientes y democráticas, proporcionar resultados de forma veraz y ejercer imparcialmente la justicia electoral. Al instalarse la nueva Asamblea, tendrá que elegir cuatro de los cinco magistrados de la Sala de lo Constitucional. Contar con una corte independiente es imprescindible para hacer efectivo el sistema republicano de pesos y contra pesos que dicta nuestra Constitución.

En cada uno de estos procedimientos es necesario también que como ciudadanos hagamos uso de nuestro derecho al sufragio y no abonemos a la abstención. No obstante, votar no debe ser el único mecanismo de participación. Será indispensable que hagamos veeduría ciudadana, ya sea como observadores electorales en los comicios 2018 o en la elección de los candidatos a magistrados que organiza Fedaes. A su vez, los ciudadanos que integren los organismos electorales temporales tendrán una enorme responsabilidad para cerciorar la integridad y dar credibilidad a las elecciones.

Aunque probablemente tengamos muchísimas diferencias con los demás países de la región, compartimos un pasado de represión y ausencia de libertades, por lo que estamos experimentando en la actualidad el debate anacrónico de “derecha” e “izquierda” que ha quedado en el pasado. Ahora gira en torno a quienes defienden un sistema abierto y democrático contra quienes desean perpetrarse y enquistarse en el poder. Dar por hecho la democracia es cometer un error que se paga con la pérdida total de un sistema que garantiza el goce pleno de nuestros derechos y libertades.

*Gabriel Zura Zamora

Internacionalista

Codirector en Censura Cero

@gzura17