La perpetuación en el poder, retorno a la barbarie

El ejemplo más repugnante de perpetuarse en el poder es el de Evo Morales, a quien la Corte nombrada por él, como las cortes de Maduro, le abre el camino para su cuarta elección como “presidente”.

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Por Mirna Navarrete

08 December 2017

El poder enferma a gente sin temple y lleva a que, en lugar de ser un puente para servir a los ciudadanos, se convierta en azote, que es precisamente lo que estamos viendo en nuestro país, en Honduras, en Centro-América y en el Hemisferio: demagogos ofrecen el oro y el moro a electorados sin conciencia de patria.

En el desastre hondureño hay dos protagonistas: un presidente que pretende reelegirse y el discípulo de otro que intentó propiciar las condiciones para hacerlo hace varios años, Zelaya.

Esto ha despertado los peores instintos en pobladores que protestan, saquean, amenazan, contingentes de seguridad que se sublevan y ha ya creado una situación muy peligrosa para la civilidad.

En una jugada que no despertó la necesaria reacción entre los hondureños se hicieron cambios a las leyes para posibilitar la reelección de Hernández, quien se muestra muy convencido de ser el hombre providencial para su país, el único con la mente y la experiencia para hacerse cargo de dirigir los destinos de todos.

El ejemplo más repugnante de perpetuarse en el poder es el de Evo Morales, a quien la Corte nombrada por él, como las cortes de Maduro, le abre el camino para su cuarta elección como “presidente”.

Los gobernantes latinoamericanos con ansias de perpetuidad primero han quebrantado a los poderes legislativos y judiciales para que tuerzan las leyes, incluso constituciones, con tal de permitirles concretar sus sueños.

De los presidentes militares salvadoreños, tanto Castaneda Castro como José María Lemus intentaron reelegirse, por lo que ambos fueron derrocados.

Hernández Martínez pretendió en su momento autonombrarse presidente vitalicio y cayó por la presión popular.

Duarte estuvo casi diez años en el poder, primero como presidente de la junta y luego como presidente de la República hasta 1989.

La Constitución es clara en no permitir la reelección

La regla es que la reelección no se permite, aunque un mandatario, después de salir del poder puede aspirar a volver después de unos años, como pretendió Saca y era el sueño de algunos de que le entregara nuevamente la banda a Funes y así sucesivamente se fueran turnando.

La no reelección salvó a México de perpetuos despotismos. Cuando un presidente sale, se muere cívicamente, pues la regla es no mencionarlo en lo posible, se los traga la tierra.

La no reelección es un reconocimiento a una profunda realidad humana: nadie es dueño de la verdad absoluta pues choca con la misma dinámica de la historia y de la evolución y cambio en todos los órdenes.

Por lo mismo, cuando hay individuos que se perpetúan en el poder se cae en algo peor que el estancamiento, en el retroceso a formas primitivas previas, a recorrer la historia en el sentido inverso, a revivir la barbarie, como sucede en Cuba y lo demostró físicamente Castro, convertido en una momia, lo que sucede con los liderazgos de partidos extremistas.